- Córdoba se vuelve gay friendly
- Sentido G, 2007-09-08 # Laura Leonelli · La Voz del Interior
A pesar de que aún no se puede comparar con Buenos Aires, Córdoba registra avances como ciudad “gay friendly”, en especial en algunos servicios. Las obras sociales comenzaron a reconocer a parejas homosexuales, y existen organismos representativos. Pero todavía falta mucho: desde leyes hasta un lenguaje más amigable.
¿Es Córdoba una ciudad gay friendly? Es decir, ¿es amigable con personas de diferente orientación sexual? Desde países donde existen las persecuciones más atroces hasta otros con las libertades más democráticas, hay muchos grises. Córdoba está en el medio, en algunos casos más cerca de lo primero, en otros de lo segundo.
Y, aunque no es un oasis, algunas características la erigen cada vez más cercana a los gays. En especial porque cuenta con una serie de servicios exclusivos para minorías sexuales o al menos gay friendly que hacen que pueda ser considerada más amigable.
Existe una cantidad de hoteles, boliches, bares, saunas, que dan cuenta de ello. Todos los fines de semana, miles de gays, lesbianas, transexuales, travestis, bisexuales –y heterosexuales– pueden salir con cierta tranquilidad de que nadie los va a molestar en esos lugares por su orientación sexual.
“Córdoba es gay friendly. Hay travestis que caminan por la calles sin problemas, hay lugares que ofrecen servicios. Es un buen lugar para vivir, al menos en relación a otras provincias. Aunque todavía no está preparada para otras cosas, pero bueno, vivimos en sociedad”, expresó Néstor Latorre, dueño de la disco Zen.
Otro de los avances es a nivel institucional tanto desde el Estado como desde la sociedad civil.
En la provincia existe la Comsep (Comisión para Minorías Sexuales y Portadores de VIH), integrado por diferentes asociaciones civiles de Córdoba. Desde esta institución oficial se escuchan también las miradas más positivas.
“Córdoba, dentro de todo, está más adelantada. Es el único Gobierno que tiene un espacio para las minorías sexuales. Todavía hay desconocimiento, pero ahora se habla más. Además, si hay excesos de la Policía, los hablamos, tenemos buena relación”, comentó José Luis Chabán, titular de la Comsep.
Además, en materia de salud ya hay algunas obras sociales que dan cobertura a las parejas del mismo sexo del afiliado.
No todo brilla. Sin embargo, las manifestaciones de prejuicios están, existen, se ven a diario. El lenguaje es una de las más sutiles, pero también de las más usuales.
Los dichos del intendente Luis Juez hace unos días sobre el tren que proyecta Ricardo Jaime, el secretario de Transporte de la Nación (“El tren bala me habla de Jaime. ¿Qué? ¿Va a ser un vagón con pucheros?”), son una muestra del lenguaje como prejuicio social que, expresados públicamente, se convierten en actos de discriminación.
“Maricón”, “puto”, “trolo”, “puchero”, “bala”, “loca”, “maraca”, “torta”, “macho” (para las lesbianas), “tortillera” son sólo algunos ejemplos de palabras que se utilizan a diario a la vez como sinónimo de homosexualidad y como insulto.
“Para la gente ‘común’, es ‘común’ gritarle a los homosexuales. Esto a la vez es tolerado por el resto que escucha y no dice nada”, comentó su experiencia José, miembro de la Coordinadora GLTTB (Gays, Lesbianas, Travestis, Transexuales y Bisexuales).
Incluso entre la gente que se muestra más “tolerante”. “Alguna vez personas cercanas me han dicho: ‘Yo los acepto, pero no se besen en público’”, contó Rodrigo, un arquitecto cordobés de 40 años.
“Las veces que con mi pareja hemos mostrado señales de cariño, la gente nos mira como extraterrestres”, siguió Rodrigo. “Córdoba es gay friendly en algunos lugares y en algunos horarios, pero si te ven de día de la mano, está todo mal”, manifestó Gabriela, de la Coordinadora.
Además, las organizaciones advierten que el Código de Faltas cordobés incluye términos tan amplios como “prostitución escandalosa” o “merodeo”, que habilita indirectamente a apresar a travestis y homosexuales que estén en la vía pública.
En el trabajo, cuesta. En el ámbito laboral también existen dificultades. Por supuesto que hay arquitectos, artistas, periodistas, escritores, taxistas, abogados, docentes, actores, jueces, entre muchas profesiones y oficios, que pertenecen a diferentes orientaciones sexuales. Pero no siempre es fácil.
“Hace poco tuvimos un caso de un docente gay de un colegio privado al que le hicieron todo para que renuncie. Al final hubo un arreglo no judicial”, comentó Adriana Domínguez, titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) de Córdoba.
“¿Cuánta gente le da trabajo a un travesti, a una lesbiana que no cumple con los parámetros de feminidad?”, comentó Gabriela. “Hay discriminación y la sociedad no ha aprendido a tolerar la diferencia, a que todos tienen los mismos derechos y obligaciones”, sentenció Domínguez.
Un poco de legislación. En España, un país de tradición católica, la legislación es mucho más avanzada. Se acepta el matrimonio homosexual y, según el diario El País, a dos años de aprobarse la ley que permite esas uniones, al menos 3.300 parejas del mismo sexo se casaron. En esta materia, los heterosexuales y homosexuales tienen los mismos derechos y obligaciones, incluso el de adopción.
En Argentina, lejos estamos de ese avance. Sólo la Ciudad Autónoma de Buenos Aires autorizó las uniones civiles, con efectos limitados. En la Legislatura cordobesa se presentaron varios proyectos de unión civil que yacen en algún escritorio sin ser tratados ni en el recinto ni en las comisiones.
Es que además a la comunidad le cuesta generar presión. “La visibilidad de nuestra sexualidad puede hacer que nos expulsen del trabajo, de la familia, que nos discriminen en la escuela”, explicó Mayte, integrante de la Coordinadora.
Mientras tanto, miles de parejas siguen sin posibilidades de que su relación estable genere algún tipo de consecuencias jurídicas protectoras de sus derechos.
No pueden heredarse aunque hayan convivido toda la vida, ni visitarse en terapia intensiva cuando sólo pueden hacerlo familiares. Tampoco pueden pedir licencia por enfermedad cuando la pareja tiene algún padecimiento. Ni hablar de adoptar. Es que para que se acepte el matrimonio se debe cambiar el “intocable” Código Civil Argentino. Y ello parece muy lejano en un país en que todavía se niega la diferencia.
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