- Observatorio de la diversidad social
- «Tratar de entender la diversidad requiere informarse sobre ella, escuchar sus manifestaciones, reflexionar sobre sus valores, captar lo que pueda ser enriquecedor así como lo conflictivo. Una actitud de pensamiento, acción, sentimientos, valores».
- El Diario Vasco, 2007-09-05 # Teresa del Valle
Cuando una población está demasiado centrada en sí misma necesita que desde otras perspectivas, necesidades y problemáticas le lleven a desviar su atención y a descubrir otros mundos. Lo vi claramente en un artículo que leí recientemente sobre la India en la que el elemento clave era su diversidad y especialmente el manejo de ella. No que sus numerosos y graves problemas estuvieran resueltos ni mucho menos. Ni que la misma complejidad de su diversidad lingüística, de creencias, de desarrollo estuviera solucionada, una tarea ingente por hacer. Ni que la convivencia resultara una experiencia totalmente armoniosa. Pero sí que junto a los problemas duros y acuciantes había también una experiencia compleja. Es cuando pensé en la necesidad en Euskadi de pensar en la diversidad más que en las identidades y en su permanencia. La identidad se crea en la diversidad y es ahí cuando se define y se desarrolla. La identidad necesita de los contrastes para precisamente en la diversidad reconocer las identidades de los demás para respetar tanto las ajenas como a partir de la apreciación de ellas ratificar la propia. La identidad cuando se crea en un vacío de referentes es cuando se empieza a pensar en ella como identidad hegemónica.
El valor de las lenguas está en interrelación con la apreciación de la propia. La valoración de la laicidad pasa por el respeto a la existencia de creencias y manifestaciones religiosas variadas que a su vez exigen el reconocimiento de terrenos neutros y de bases laicas para precisamente dejar que emerja la diversidad de las creencias y de las manifestaciones religiosas. Sólo en un estado laico se podría celebrar el día de las religiones de manera que en esa celebración se reconociera las posibilidades ilimitadas de creencias, manifestaciones religiosas, deidades.
Corrientes en las Ciencias Sociales y principalmente en la Antropología enfatizaron el estudio de la identidad para pasar más tarde al reconocimiento de las identidades. Eran momentos en el Estado español de la eclosión de las autonomías después del período oscurantista y represor del franquismo. Correspondía a su vez con desarrollos teóricos en el marco amplio de las Ciencias Sociales. La profusión de títulos en libros y artículos es un claro exponente de intereses de esos años. Las últimas décadas reflejan ya cambios unos provenientes de la globalización otros de las mismas dinámicas sociales y de los cambios económicos y poblacionales que hacen que las diversidades estén cada vez más presentes aunque con grandes diferencias. Países donde la diversidad, unas veces como resultado de colonizaciones, emigraciones, otras por la confluencia de poblaciones compartiendo nichos semejantes o diferentes, ofrecen una mayor riqueza. Pero lo que sí es evidente que en la actualidad esa diversidad está presente y que entra también paulatinamente en los esquemas mentales y políticos de los Estados y de las distintas organizaciones políticas.
Durante los seis años (1972-78) que permanecí en la Universidad de Hawai una de las cosas que me llamaban la atención era la diversidad y las identidades presentes en el archipiélago: nativos hawaianos, filipinos, chinos, japoneses, norteamericanos, samoanos. Cada uno ocupaba su nicho económico y social. Así podías encontrarte a japoneses en la política y en los puestos administrativos, entre el profesorado de la universidad, a los chinos en el comercio, a los coreanos en la banca, a los filipinos en el comercio, por citar ejemplos. Los hawaianos a pesar de ser la población primera de las islas ocupaban los estadios más bajos que también los ocupaban los últimos en llegar, los de Samoa, un indicador de que la diversidad se elabora muchas veces en la hegemonía. El repaso a esa misma diversidad mostraba a su vez las distintas estrategias que habían seguido los grupos para ocupar nichos económicos y también definir sus identidades. Y llevaba a su vez a una reflexión constante en varias direcciones. A constatar la riqueza de la diversidad que se mostraba en tantas expresiones que abarcaban la comida, lengua, festividades, estéticas, tradiciones y simultáneamente, la fragilidad de donde pendían si solo se dejaban a la propia dinámica social.
No se trata solamente de contemplar la diversidad como si de un despliegue colorista se tratara. Ni tampoco de percibirlo como una amenaza que erosione identidades que en otro tiempo estuvieron amenazadas. Tratar de entender la diversidad requiere informarse sobre ella, escuchar sus manifestaciones, reflexionar sobre sus valores, captar lo que pueda ser enriquecedor así como lo conflictivo. Una actitud de pensamiento, acción, sentimientos, valores.
Una identidad única es fácil de respetar y cultivar. La diversidad es muy compleja y difícil pero en última instancia es un reflejo de sociedades en cambio. Ofrecen un abanico más amplio de la riqueza de las respuestas humanas al diseño de la existencia.
Gestionar la diversidad es mucho más difícil que lo unitario. Experimentar lenguas, explorar nuevos territorios, pasar puentes, mezclar sabores... es superar fronteras.