- La vida -y, por tanto, la política- como una juerga
- Forum Libertas, 2007-07-02 # Editorial
La gran fiesta del Orgullo Gay en Madrid, esta vez de carácter internacional, ha tenido la virtud de mostrar con mayor claridad y contundencia el contenido real de una determinada concepción política que el gobierno de Rodríguez Zapatero potencia hasta niveles socialmente inadmisibles.
El futuro, es decir, el progreso, el bienestar y la prosperidad del país puede visualizarse a través de señores en tanga, señores/señoras mostrando exuberantes atributos pectorales, gracias a este gran recurso de la humanidad que es la silicona, más señores en pelotas pintados de colorines, disfrazados de romanos, de niñas manga, más travestis con ropaje de monjas.
Esto y la continua agresión y burla hacia la Iglesia, que representa la creencia mayoritaria de los españoles, sin atender a ninguna consideración de respeto hacia la dignidad de los demás.
Qué brutal contradicción: aquellos que piden que su dignidad nacida de unas muy particulares formas de relacionarse sexualmente, sea exaltada, pisotean sin ningún límite ni recato, la dignidad de las creencias religiosas de la mayoría.
Pero hay más detalles.
No solo es esta exhibición pretendidamente erótico-festiva y que más bien se asemeja a un desfile de bacanales, sino que Madrid se vio invadida de muchos comportamientos que ningún país civilizado toleraría, porque no hay ninguna lógica que permita aceptarlo, como los más de 100 gays que en un edificio en reconstrucción de la calle Pérez Galdós, se dedicaban a la práctica de la actividad sexual.
Debe de ser por esto que la Ministra de Cultura (es un decir) manifestó que la principal libertad de la persona es la sexual.
Extraña y peligrosa confusión mental de una ministra que olvida que los fundamentos de la democracia, del estado de derecho, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la liquidada Constitución europea, no proclaman en ningún momento este pseudo derecho, que en realidad forma parte de la vida individual de cada uno.
Es un elemento que está integrado junto con los demás factores constituyentes de la condición humana. No existe libertad sexual, al igual que no existe libertad para comer o beber consagrada en ningún texto.
El problema de la ministra es que confunde la posibilidad de mantener relaciones sexuales, lo que corresponde al ámbito de lo privado con el situar esta cuestión en el centro de los derechos públicos, y articular a partir de él, un sistema jurídico político.
Es lo que está haciendo España con sus anómalas leyes sobre el divorcio, el matrimonio homosexual, la identidad sexual, y otras aplicaciones de la ideología de género.
El resultado de todo esto es una contradictoria mezcla de alegría, por sentirse dueños del poder, y una creciente frustración personal al reconocer que la normalización social no ha llegado (como afirmaba el Secretario General de la coordinadora Gay-lesbiana de Catalunya).
Y no ha llegado porque mientras la homosexualidad esté en manos del homosexualismo político, por una parte, que tan bien dirige Zapatero, junto al reino fastuoso de las locas, en una alianza entre el poder y la cultura mediática que se reproduce en otros campos, difícilmente se va a producir esta normalización, y sí va a crecer el rechazo social.
Por una razón muy sencilla, el ser homosexuales no confiere derechos distintos a los del resto de la población.
No pueden insultar, mofarse. No pueden escandalizar, transgredir sistemáticamente. No pueden convertir la relación sexual en un espectáculo público. No pueden reducir el futuro de este país a una cuestión de cama.
Mientras sigan así el rechazo crecerá por muchas leyes que hagan.
Además, no nos engañemos, junto con el exhibicionismo pueril y el laicismo agresivo y excluyente, todo esto forma parte de un considerable negocio, del negocio del consumo gay que, a caballo con la política, ha convertido determinadas zonas de Madrid y de Cataluña en lugares de atracción mundial, por la sencilla razón de que únicas son en el mundo las normas que rigen en España. Qué paradoja, tan retrasados en todos los campos, del saber del conocimiento, de la investigación, de la innovación, y tan atrevidos en la ingeniería social.
Todo esto explica que existan colectivos de homosexuales que tienen una idea muy distinta de lo que es la normalización, como la Confederación de Colegas, de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, que critican y se oponen “a la feria de vanidades de las tangas y carrozas” y califican a Zerolo de “Sociedad Limitada” y de convertir a los homosexuales en instrumentos de agitación al servicio de partidos políticos concretos.
Es llamativo que toda esta libertad sexual que reclama la Ministra de cultura, y el gobierno de Zapatero ofrece, no tenga proyección internacional. A pesar de los abusos de persecución, cárcel, incluso muerte, de los homosexuales en muchos países islámicos, nunca la diplomacia española ha dicho nada.
Tan atenta y tan susceptible a la crítica moral de la Iglesia, y tan sumisa ante la agresión física y el exterminio de un determinado Islam: Zerolo, demócrata que es, proclama la tontería esa de expulsar Polonia de la U.E., pero nunca ha dicho nada de lo que les hacen a los homosexuales en Cuba o Arabia Saudita, para situar dos ejemplos distintos.
Quizás es que en el plano de la Alianza de Civilizaciones la reivindicación homosexual sea una molestia. En definitiva, tenemos un gobierno juerguista, en el sentido de que apoya todo lo que representa esta farándula tan extraña.
Lo curioso es que este mismo gobierno se atribuye el derecho a enseñar educación ética y moral a nuestros hijos, porque como escribe Antonio Gala “es el estado quien ha de educar a sus ciudadanos”. El Europride de Madrid, es la manifestación clara y rotunda de en que consiste el tipo de educación que quieren establecer.