- Dulces indiscriminados
- El país, 2007-07-28 # A. Aguilar · P. Gosálvez
Tres figuritas de pastel de boda en una vitrina al fondo rompen moldes en la confitería decimonónica El Riojano de la calle Mayor número 10. Dos chicos de la mano uno con corbata y clavel, el otro con blazer y camiseta, onda Giorgio Armani; y dos chicas, una con petit robe noir, la otra, con pelo corto, traje de chaqueta pantalón y pendientes de perla. Los gays en miniatura versión pastel abren una grieta en el decorado de madera de caoba. Han llegado acompañados de una tercera pareja, de tez morena, que baila al más puro estilo "fiesta latina de los 15 años" -ella vestida de Sissi, él con pajarita-. Juntos los seis se han hecho un hueco entre las porcelanas y los bronces. A menudo, pasan inadvertidos para los reconcentrados turistas que practican con un guía la pronunciación de bar-tou-li-llo. Da igual, las rompedoras miniaturas del amor están aquí para quedarse, a escasos metros del edificio de la plaza Mayor donde el concejal socialista y defensor de los derechos de los homosexuales, Pedro Zerolo celebró su boda en 2005.
Sonrientes y plastificadas, las parejas infiltradas lucen entre souvenirs de comunión y cestitas recordatorio de bautizo, en el local de suelos de mármol y muebles de madera traída de Cuba. El Riojano ostenta larga tradición en solventar problemas de integración. De todo tipo. Incluso Reales, así con mayúscula. Hace más de un siglo ayudaron a que un niño se integrase en interminables discusiones políticas. La regente María Cristina acudió a estos pasteleros con un problema de Estado: el niño Alfonso XIII se quedaba frito en las sesiones del Consejo. ¿Habría un dulce que sirviera de recompensa para que se mantuviese despierto? Las pastas del consejo, con forma de ce, lo lograron. Y, según parece, el remedio sigue siendo efectivo. Cada jueves se ofrecen con vino dulce, en
El inesperado adorno kitsch para boda gay no tiene tanto éxito. Cuesta siete euros la pareja. Las trajo un proveedor de Barcelona y en el último año sólo se han vendido dos. "De parejas de chicas", matiza la dueña, Esperanza Comontes. La media anual de tartas nupciales producidas se aproxima a la treintena. El número de bodas homosexuales en Madrid fue de 836 en 2006. Las cuentas no cuadran.
Pero poco a poco la brecha del cambio se cuela en el más insospechado de los lugares, aunque sea por la vitrina del fondo. Como en este obrador donde se prepara roscón de reyes todo el año y, según avanza el calendario litúrgico, huesos de santo, coronas de
Ahora ya nadie puede fumar en el salón de té ubicado en la trastienda. El hijo bastardo de aquel rey niño que se dormía se pasea por los platós de televisión vendiendo verborreíco un libro sobre su vida. Esa vida que cambia mientras la pastelería trata de adaptarse. Esperanza ha innovado este año con un turrón de frambuesa. ¿Y las figuritas de boda? La repostera sonríe: "¿Verdad que llaman la atención? Esto es algo que está en la calle, no se puede negar, es evidente. Si a mí me pasase eso, me encantaría tener la posibilidad de comprarme una pareja de novios, o sea, de novias".