- "A partir de ahora adoptar en China está imposible"
- Julia Castro y Oscar Zarandona, tras adoptar a una niña china, reconocen que tenían previsto iniciar el trámite para traerle una hermanita, pero la normativa les cierra las puertas
- Noticias de Gipuzkoa, 2007-05-07
No tienen tiempo ni para mirarse al espejo, pero están encantados. La pareja está que no vive. Sigue atenta las carreritas en el salón de la pequeña Sofía, que sonríe, traviesa, con el mando de la tele puesto en el oído como si de un móvil se tratara. "Es increíble, esta adopción es lo más maravilloso que nos ha pasado en la vida, y menos mal que todo el proceso ha concluido, porque la verdad es que a partir de ahora la adopción en China va a estar imposible. Al menos para nosotros".
El irundarra Oscar Zarandona, de 37 años, el padre de la pequeña, que acaba de cumplir 18 meses, no lo dice por decir. Los nuevos requisitos de la administración china han desbaratado su propósito de iniciar un nuevo proceso de adopción en el país asiático.
El matrimonio cumple con los nuevos requisitos económicos que se exigen, pero su deseo de adopción se da de bruces con el alto nivel de estudios impuesto a partir del pasado 1 de mayo. "No tenemos ni el BUP y nos piden estudios superiores. Sólo por eso ya es imposible en China para nosotros", confiesa Zarandona, que rastrea ya otras geografías, como Vietnam, India o Ucrania.
18 duros meses
Pero lo más importante ahora está en casa, un torrente de vida que ha entrado por la puerta grande tras un largo período de gestación que se ha prolongado durante 18 meses, hasta que por fin recibieron la notificación de que podían viajar a Pekín.
Sólo ellos saben lo que vivieron. "El momento en el que recoges a la pequeña es indescriptible. El corazón se nos salía. Fuimos a buscarle a unos juzgados, un edificio de largos pasillos fríos en los que se oían llantos", rememora con detalle Julia. Y ahí estaba Sofía, sentada encima de una mesa como si tal cosa, junto al director del orfanato. Le rodeaban otras cuatro criaturas que sollozaban. Ella era la única que no lo hacía, y por algún motivo, Julia, su madre, supo que aquella niña era la que iba a cambiar a partir de aquel instante su vida.
"La pequeña vino a nosotros enseguida y se abrazó entregada. Yo lloraba y lloraba como una magdalena", sonríe con ternura esta madre irundarra de 38 años. Oscar vivía el momento con las manos ocupadas. En la izquierda, la cámara de vídeo. En la derecha, la de fotos. No quería perderse un instante de aquellos segundos mágicos. Aparcado quedaba por fin para este matrimonio el infinito dolor por la pérdida de unos mellizos a los cinco meses de gestación unos años atrás.
Oscar y Julia llevan trece años casados y, desde el primer momento, buscaron con ahínco un hijo que ha tardado en llegar. "Yo además era de las que lo tenía claro desde pequeña. Cuando me preguntaban que quería ser de mayor siempre decía que, ante todo, madre. He de confesar que me arrepiento un montón de no haber adoptado antes, e incluso me llevaría ahora un gran disgusto si me quedara embarazada, porque tengo unas ganas enormes de adoptar de nuevo", reconoce Julia.
Su marido no le quiere restar un ápice de credibilidad a su testimonio, pero le mira con gesto un tanto sorprendido, como si su mujer hubiera dado rienda suelta a un sentimiento un tanto desmedido. "Es que yo lo siento así", le replica ella.
Excedencia durante un año
Sofía, ajena al intercambio de impresiones de sus padres, se ha convertido en la reina de la casa y se lanza una y otra vez sonriente contra el sofá de la sala de estar, aunque para desesperación del fotógrafo cobra un rictus serio justo cuando va a ser retratada. "¡Sofía, baila!", le anima su madre. Y ella comienza a balancearse con gracia.
Lo gracioso del asunto es que a la pequeña le suelen llevar a una tienda de chinos, de esos de todo a cien que hay cerca de su domicilio, y pese a sus 18 meses de vida, entiende, de alguna manera, el significado de las palabras de la dependienta. "En el coche también le ponemos siempre música china, y ella siempre baila", aseguran sus padres, que no dudan en llevar de viaje a su hija a Pekín cuando llegue a la adolescencia, para que pueda conocer sus orígenes.
Julia ha cogido una excedencia durante un año para disfrutar de su hija. Curiosamente, trabaja en la misma guardería a la que acudirá Sofía en el mes de julio del año que viene, cuando esté a punto de cumplir tres años. "Yo trabajo en la planta de arriba, con los niños de un año, pero le haré visitas para ver qué tal le va", se propone la madre.
La pequeña sólo quiere jugar, aunque se entretiene mirando una fotografía sobre un estante en la que ella misma sale retratada. La fotografía está hecha en el Aeropuerto Charles de Gaulle de París, cuando está familia, de regreso.