- De apellidos y apellidas
- Noticias de Gipuzkoa, 2007-12-02 # Pablo Muñoz
Quizá esté equivocado, pero no me suena que entre las reivindicaciones feministas haya destacado el derecho a trasladar a los hijos prioritariamente el apellido de la madre, salvo, claro está, en el caso de madres solteras. Es evidente que, en este país y en todos, eso de apellidar a los hijos dejando claro que lo son de su padre viene desde tiempo inmemorial. Los Garcés hijos de los Garcías, los Jiménez hijos de los Jimenos, los López hijos de los Lopes se han venido sucediendo por generaciones, hasta que el santoral cristiano diversificó tanto las onomásticas que ya no hubo manera y el apellidarse tuvo que depender de los oficios, o la toponimia o, quién sabe, del puro capricho.
En cualquier caso, la sucesión del apellido ha sido cosa de macho a macho, de macho a hembra y de macho a mediopensionista. Pero siempre el macho por delante, considerándose un cataclismo la desaparición del apellido en el caso de procrear solamente hijas. Tuvieron que ser los franceses, benditos sean, los primeros en romper tan masculina tradición y, aunque pasando por un complicado proceso legal, aquí ya se acabó eso de transmitir con obligada prioridad a los hijos el apellido paterno. En adelante, a la hora de apellidar, tanto vale el del padre como el de la madre. Se permitirá a ambos que escojan entre el paterno, el materno o, si vienen mal dadas y no hay acuerdo, los dos, en el orden que elijan, con un guión entre ambos. Ah, y esto vale tanto para los que tarifaron ante el juez como matrimonio propiamente dicho, o para las parejas de hecho.
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