- La estética de las olvidadas
- El colectivo transexual inicia una ofensiva contra el Gobierno para que apruebe los derechos sanitarios recogidos en el programa electoral del PSOE de 2004
- EL Mundo, 2007-12-03 # Olga R. Sanmartín · Madrid
«Los transexuales podemos llegar al suicidio si no conseguimos el cuerpo que queremos». Lo dice, convencida, Virma Peña, una ecuatoriana que a principios de los 90 se empeñó en tener las piernas de Julia Roberts y, sin pensar en las consecuencias, le compró a un camello dos pequeños frascos de silicona líquida que se inyectó de una vez en las pantorrillas y en las caderas.
Todavía hoy está pagando su deseo de convertirse en una pretty woman. Primero llegaron los calambres, luego aparecieron los cardenales, después los tobillos se le ennegrecieron, finalmente todo aquello se empezó a hinchar y a deformar. «Tenía las patas de un elefante, no podía caminar. Un médico me dijo que lo único que podía hacer era cortarme la pierna derecha». Al final, no hubo que amputar, pero 15 años después Virma vive enganchada a los antibióticos y al ibuprofeno, no puede trabajar e infinidad de molestias le recorren el cuerpo.
¿Pero cómo se te ocurre, Virma? «Pues es que no sólo hay que ser, sino parecer. Mi mente me dice que soy una mujer, pero el espejo me muestra otra cosa. ¿Con quién me pongo de acuerdo?».
Un poco mejor que Virma se encuentra Yolanda (nombre ficticio), una transexual madrileña de 45 años. En los 80 compró un cuarto de litro por 25.000 pesetas. Le ayudó a inyectarse una compañera que ya era experta en eso de rellenarse los pómulos. «Todavía hoy siguen los efectos», asegura. La silicona líquida bajó por las nalgas de Yolanda y se le deslizó hasta los pies. Tiene flebitis crónica «y muy mala circulación». Ningún cirujano ha podido quitarle esa sustancia del cuerpo.
El uso casero de la silicona líquida es una práctica muy común en España, a pesar de que está prohibida. «Se la ponen, sobre todo, las transexuales suramericanas», explica Yolanda. «Nos da curvas y volumen allá donde no lo tenemos», prosigue Virma. «Yo creo que a mí me vendieron aceite de avión».
Las operaciones de estética por las que pasan los transexuales no tienen lugar en clínicas de cinco estrellas en Marbella, sino en cuartos de baño, sin anestesia y sin enfermeras. A falta del respaldo de
«Yo conocí a una persona que se cortó los genitales con una gillete usada. Se infectó y se murió», recuerda Virma sin torcer el gesto. Y añade, con resignación: «Somos las personas más sufridas del mundo. Y ni te curan ni te miran».
Pero ya han visto lo que son capaces de hacer ellas cuando se proponen conseguir algo. Ahora han empezado y no van a parar. El colectivo trans (7.000 personas en España) ha iniciado una ofensiva contra el Gobierno para que cumpla las promesas en materia de derechos sanitarios del programa electoral del PSOE de 2004. La mecha se prendió hace dos semanas, con una pitada frente a la sede socialista de Ferraz organizada por el Bloque Alternativo de Liberación Sexual.
Los transexuales quieren la inclusión en el catálogo de prestaciones comunes de la sanidad pública del tratamiento integral de la transexualidad. Dicho en otras palabras: persiguen que en todas las comunidades autónomas se pueda recibir gratuitamente tratamiento hormonal, atención psicológica, servicios de atención primaria y, en último término, la operación de cambio de sexo.
Actualmente, lo que de forma técnica se denomina «cirugía de reasignación» se práctica por la vía pública únicamente en un hospital de Andalucía y en otro de
En el tira y afloja que los transexuales han mantenido estos años con el Ministerio de Sanidad, éste se ha comprometido a crear varios centros de referencia estatales que aglutinarían toda la prestación sanitaria a los transexuales.
Pero el colectivo considera esta solución «muy discriminatoria» para todas aquellas personas que no vivan en Madrid o en Málaga y que tengan que desplazarse hasta una de estas localidades simplemente para ver, por ejemplo, al endocrino.
«Los transexuales tienen muchos problemas de exclusión social y no van a querer ni poder costear ir a otras comunidades autónomas», señala Juana Ramos, del Bloque Alternativo de Liberación Sexual. «Al final, optan por el autotratamiento, con el peligro de sufrir graves consecuencias para la salud». Por eso, gente como Virma o como Yolanda pide que las pequeñas asistencias, que no necesitan especialización, puedan hacerse en cualquier ambulatorio.
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