2007/07/10

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  • Contra la homofobia
  • La Verdad, 2007-07-10 # Esteban Ibarra · Presidente del Movimiento contra la Intolerancia · Alicante

Durante estos días, en especial el 28-J, hemos rememorado el Orgullo Gay, aunque prefiero referirme a estas jornadas como espacios colectivos de lucha en defensa de la dignidad, de la libertad y de la igualdad de las personas homosexuales. El 28 de junio es un día al que debe seguir otro y otro más en una lucha ciudadana en la que cada vez que defendemos su libertad, igualdad y dignidad, la defendemos para todos, porque no podemos ser dignos, libres e iguales, si los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales no lo son.


Es ésta una lucha larga, lo ha sido y lo va a ser mucho más a la luz de la intolerancia de todo tipo que prevalece a nivel planetario. No obstante, es importante señalar que hace menos de treinta años, estando ya en democracia, no podíamos salir a la calle en libertad y a los pocos centenares de manifestantes que participábamos en defensa de los derechos de los homosexuales nos reprimían las fuerzas de seguridad mientras los políticos nos daban la espalda.


Hoy no, las cosas han cambiado. Las hemos hecho cambiar. Antes no había leyes, hoy sí; antes los homosexuales no existían, hoy son visibles; antes los políticos no venían a las manifestaciones, no fuera a ser que se contaminaran, hoy sacan los codos en la pancarta de cabeza y financian actividades. Mejor así, pero no olvidemos que el avance ha venido por el camino trazado por la lucha y la perseverancia.


Sin embargo, la homofobia persiste en España y en el mundo y sólo hay que rascar un poco y salen con abundancia los prejuicios sociales; sólo hay que asomarse a Internet y veremos una homofobia descarnada. La tenemos socialmente emboscada tras la frase «yo no soy homófobo pero... pero no me gustaría que mi hijo fuera gay o mi hija lesbiana». «¿Casarse? No gracias». «¿Adoptar? Vulneran el derecho a la familia del menor». Como ha denunciado la Confederación Colegas, después de un estudio con 30.000 estudiantes andaluces de ESO y Universidad, un 81% considera que si un integrante de su clase se definiera en público como gay, lesbiana, bisexual o transexual, sería discriminado.


También tenemos una homofobia arrogante, en las leyes de setenta países del mundo donde se persigue a los homosexuales, con gobiernos de izquierda o derecha, teocráticos o influidos por una intolerancia religiosa. Y, más aún, en ocho países se aplica la pena de muerte a los homosexuales. Son la vergüenza de la humanidad, en ellos se han asesinado a miles de homosexuales y hay que nombrarlos: Afganistán, Arabia Saudí, Irán, Mauritania, Paquistán, Sudán, Yemen y algunos Estados de Nigeria. A la luz del dato, es inexplicable que un Gobierno democrático español otorgue el Toisón de Oro, reconocimiento a la excelencia intachable, al máximo representante de un país que practica la pena de muerte y persigue a los homosexuales. La pena de muerte es una vergüenza, es inmoral, es un crimen. Pero asesinar a personas por su condición homosexual, por el hecho de amarse, es un crimen de odio, de odio homofóbico; y cuando lo hace un Estado, es un crimen de Estado; y cuando se hace contra un colectivo, es un crimen de Estado contra la humanidad; y cuando el delito es tan grave como el asesinato masivo es un crimen de lesa humanidad.


Es preciso mirar en esa dirección. Es preciso entender que la lucha contra la homofobia es una defensa esencial de los derechos humanos, que son universales y deben llegar hasta el último rincón de la Tierra. Y en esta lucha, tan importante, no sobra nadie, sólo sobra el sectarismo y su instrumentación para ambiciones personales, conductas que por el bien de la causa deben ser desterradas y que quienes las practican deben, y están obligados éticamente, abandonarlas con urgencia si no se quieren enfrentar a la reprobación pública de su conducta.


Sólo la lucha nos hará libres y dignos. Hay mucho camino que recorrer todavía. Es el camino de la libertad, un camino profundamente vinculado al ser humano que arranca desde antes de Espartaco y no sabemos cuando acabará. Sólo sabemos, como dijo el poeta, que hacemos camino al andar. Por la libertad, la igualdad, la dignidad y los derechos humanos para los homosexuales y todas la personas, la lucha continúa.

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