2007/12/08

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  • Encarceladas en el franquismo bajo el "azote de la fe"
  • Una historiadora investiga la vida de las cárceles gestionadas por monjas
  • El País 2007-12-08 # Lara Varela · Pontevedra


Le llamaban "La Pantera Blanca". Sor María de Aránzazu era la madre superiora del penal de Saturrarán, un antiguo balneario de Mutriku (Guipúzcoa) reconvertido en cárcel desde 1938. Por allí pasaron un centenar de gallegas condenadas por el franquismo, al no existir en la comunidad ninguna prisión central para mujeres. Así lo explicó ayer la historiadora Victoria Martínez Rodríguez durante el III Congreso da Memoria Histórica que se clausura hoy en el Pazo da Cultura de Pontevedra.


La Pantera Blanca, apodada así por su aire glacial y la férrea mano con la que gobernaba la penitenciaría, pertenecía a la orden de las Mercedarias. Entonces resultaba habitual que las comunidades religiosas se pusieran al frente de estos centros femeninos cuyo objetivo era el de "doblegar y transformar" a las reclusas, condenadas hasta a 30 años de prisión en buena parte por actos de rebelión, desobediencia o reunión. No obstante, Victoria Martínez matiza que el papel de la mujer durante el franquismo más que protagonista y activo fue "subsidiario" al de sus parejas y familiares varones víctimas de la represión por su pertenencia a organizaciones políticas y sindicatos en los que rara vez figuraba una mujer.


Con las monjas gobernando las cárceles, las autoridades franquistas cumplían dos objetivos: por un lado, efectuar una labor adoctrinadora y, por otro, darle utilidad a estos recintos en un tiempo en el que el número de cárceles se quedaba pequeño y donde la mano de obra era gratuita. Las monjas, por su parte, utilizaban a la población reclusa, que en el caso de Saturrarán, pasó de 700 a 1.700 residentes, para trabajar sus huertos y plantaciones. A cambio, las alimentaban con "pan duro y legumbres con gusanos".


Cuenta Victoria Martínez que en las cartas de estas gallegas existen referencias constantes al trato duro y a la férrea disciplina de las religiosas que, en su afán por cumplir con esa labor transformadora, utilizaban la incomunicación como herramienta habitual. La Pantera Blanca llevaba a cabo ese aislamiento en las celdas situadas junto al canal y que constantemente se inundaban hasta el punto de que "hubo quien casi llegó a ahogarse".


Martínez, que ha iniciado su trabajo de investigación en esta cárcel vasca de la que tan sólo queda ya una placa conmemorativa, recorrerá los centros de Palma de Mallorca, Madrid o Santander, adonde también eran derivadas las penadas gallegas. Su trabajo ya ha tropezado con el recelo de archiveros y autoridades. El Ayuntamiento de Ponteareas, gobernado por el popular Salvador González, tardó más de año y medio en abonarle los 2.500 euros que le correspondían por ganar con este proyecto el Premio de Investigación Fermín Bouza Brey 2006.

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