- Una multinacional despide a Mathias por querer ser Sara
- Un ingeniero pierde su empleo tras anunciar su deseo de cambiar de sexo
- El País, 2007-12-20 # Angels Piñol · Barcelona
Sara estaba feliz ayer. No paraba de recibir felicitaciones por su móvil.
Sólo le queda un pero. "Es que de esa suma tendré que pagar 5.000 euros de IRPF y no me llegará para pagarme la operación de la cara", dice esta mujer alemana, de
La empresa eludió comunicar al resto de los trabajadores que Mathias quería ser Sara y ella continuó trabajando con normalidad hasta el 28 de septiembre. Incluso aquel día acudió a certificar la calidad de un producto en la firma Duscholux y José Antonio Fajardo, un compañero de Madrid, la presentó así: "Ésta es mi jefa: Mathias Shulze". Pero tras el guiño de complicidad llegó el jarro de agua fría. Poco después fue despedida. Y se quedó sin trabajo, justo como le había ocurrido en 2003 en una empresa de Barcelona. Esta vez no se quedó con los brazos cruzados: se puso en contacto con
Quizá fue un error del destino porque Christel, su madre, se quedó de piedra cuando en el hospital de Hannover tuvo un hijo en lugar de la niña que tanto deseaba. "¿Niño? ¡Pero si tenía que ser Sara!". Pero fue Mathias, y su padre le obligó a jugar al fútbol y practicar atletismo, y a estudiar, en lugar de odontología, ingeniería para trabajar en la fábrica cercana de Volswagen. "Me he perdido muchas cosas por nacer hombre; por ejemplo, toda mi juventud", dice Sara, que vivió en Inglaterra y Argentina, donde hace 10 años asumió su condición de transexual. Ahora invierte el tiempo en acabar su doctorado y en cartearse por e-mail con Lynn Conwway, una ingeniera de Estados Unidos, inventora de los microprocesadores con ordenadores, despedida hace 40 años por un caso similar. "Me da consejos sobre lo que tengo que operarme de la cara", explica feliz. "Porque una vez operado el sexo, la única diferencia entre un hombre y una mujer está en la voz y la cara".
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