2007/07/15

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  • Las prostitutas de la Casa de Campo se trasladan al polígono Marconi
  • ABC, 2007-07-15 # M.J. Alvarez · C. Hidalgo · Madrid

Las prostitutas de la Casa de Campo se están trasladando a otros enclaves poco poblados de la capital, como el polígono industrial Marconi, en la calle de la Resina (Villaverde). Es el resultado del corte al tráfico del gran pulmón verde de la ciudad, ordenado recientemente por el Gobierno local.


En Marconi se hace poco o nada por acabar con esta situación, con medidas que no trascienden más allá de un titular de prensa o el puro maquillaje de una situación que dura ya mucho. Hace ahora dos años, saltaron las alarmas. Parecía que alguien iba a hacer algo. Solución: cerraron la zona a cal y canto entre las once de la noche y las seis de la mañana, para que quienes accedieran al barrio lo hicieran sólo para pernoctar en sus casas. «Y seguimos igual que antes».


Habla Francisco Javier López, vecino desde hace siete años de este barrio aislado del distrito de Villaverde. Reconoce que la polémica medida del Ayuntamiento de restringir el tráfico nocturno ha tenido algunos efectos en esa franja horaria, pero que el mercadeo de la carne continúa a plena luz del día, cada vez más en boga, cuando, como él está haciendo ahora, los residentes pasean con sus hijos por el barrio. «Durante el día hay mucha prostitución y las chicas están más cerca de los pisos; por la noche hay menos, debido a la presencia policial, por lo que aprovechan para aproximarse al polígono». Añade que «las zonas verdes quedan sembradas de preservativos y «kleenex»». «Es un panorama nada agradable para ti y para tus hijos. ¿Robos? Por rachas. Han abierto hasta siete coches de una tacada», dice.


«¡Vente conmigo, guapetón, que te voy a hacer de tó!». Éste es el reclamo que lanza una chica a un operario municipal de limpieza que, junto a un compañero, carga y descarga contenedores de basura en Villaverde. «Son peores las africanas, que se echan encima de los coches o se abalanzan, o las rumanas, que no se cortan un pelo», dice Bartolo, trabajador del Selur.


En Marconi el sexo es barato. Más que en otros enclaves de la prostitución de Madrid. Y, más ahora en los últimos tiempos, en los que la zona se está convirtiendo en un foco de atracción para meretrices y clientes expulsados de otros lugares, ante las dificultades que ha puesto el Gobierno de Alberto Ruiz-Gallardón al ejercicio de la prostitución callejera. La razón de los bajos precios es la amplitud de la oferta. Como ocurría en la Casa de Campo. Como en Montera. Y como en otros tantos sitios donde acostarse con una mujer vale lo que un cartón de tabaco.


Antes del mediodía de un miércoles, más de medio centenar de mujeres pululaban ya en Marconi y mataban la espera, solas, sentadas en cajas de plástico con la mirada perdida; otras, veían en grupo pasar los coches; también las había que se apostaban en cualquier pared o esquina, por parejas. No faltaban los clientes de este particular «mercado de la carne», que, a modo de una secuela de la Casa de Campo -cuya mudanza es cada día más evidente ahora que parece que el Ayuntamiento ha intentado poner coto a estas prácticas-, se divide en zonas en función de la nacionalidad y el género. Vivian es una transexual peruana que se acaba de mudar.


«Eramos unas 400 chicas en la Casa de Campo. Ahora, apenas quedan una veintena. Sólo podía trabajar un par de horas. Tenemos que buscarnos la vida en algún lugar. Eso sí, cada vez más alejado, para que no molestemos en el centro». Abundan las inmigrantes del Este de Europa, seguidas de las subsaharianas, suramericanas y españolas, sobre todo, toxicómanas, travestis y «chaperos». Sorprende el trasiego de coches a medida que se entra en el polígono. A pesar de lo intempestivo de la hora y del día de la semana, es evidente que el sexo está al alza.


Ebullición el fin de semana

Es un sexo de urgencia. Los fines de semana el polígono Marconi y las calles que lo rodean están en plena ebullición. A partir de las siete de la tarde, el trasiego es constante. «Y no se cortan un pelo. Algunas van desnudas. Las rumanas son muy descaradas. Las negritas se abalanzan y se echan encima de los coches; si no andas con ojo puedes atropellarlas, y encima la culpa será tuya...», dice Paco, otro residente del barrio.

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