2007/03/22

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  • El Estado los declara marido y marido
  • Desde España, Manuel Velandia entrevista a una parejas gay recién casada, reconocida por su trabajo político y su militancia a favor de los derechos de las minorías sexuales.
  • Semana, 2007-03-22 # Manuel Velandia

Cada país vive su propia situación social. En España el derecho al matrimonio entre homosexuales no se buscó como tal. Inicialmente se reivindicaron leyes sobre derechos civiles y después se conjugaron una serie de circunstancias políticas y sociales sumadas al trabajo del propio movimiento LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) que logró una gran visibilidad de quienes estaba a favor de la causa, circunstancia que logró convertir el proyecto en bandera de los partidos de izquierda.


Dos años antes de que se aprobara la Ley del Matrimonio en España, las organizaciones LGBT habían logrado convencer a la mayor parte de los partidos políticos y se pronosticaba que cuando cambiase el gobierno lograrían una posición favorable de las mayorías parlamentarias; lo que nunca previeron fue que el triunfo llegara a ser tan temprano porque el cambio electoral del 14 de marzo de 2004, en el que se eligió a José Luis Rodríguez Zapatero como presidente, tomó por sorpresa a todo el mundo y aceleró la decisión. Esos cambios le dieron continuidad a la aprobación de la Ley sobre los derechos de las personas transexuales, que ha logrado en su penúltima vuelta una abrumadora mayoría por el sí, y que próximamente, según se considera nacionalmente, logrará la aprobación definitiva.


La situación española no dista mucho del cambio político que se dio en Colombia frente al tema de los derechos civiles de las parejas del mismo sexo. En nuestro país, en la campaña para su reelección, Álvaro Uribe dijo sí a la propuesta luego de haber hecho lobby para que en la discusión anterior del proyecto en el Senado se votara en su contra. Cambios que igual se notaron en la opinión pública cuando un proyecto tradicionalmente liberal y liderado por Piedad Córdoba pasó a manos del senador Álvaro Araujo, logrando con el voto positivo pasar a su discusión final en la Cámara.


Todas estas decisiones legislativas han hecho eco en la cotidianidad de quienes han quedado cubiertos por sus beneficios. Uno de ellos es Íñigo Lamarca, actual Defensor del Pueblo y exmiembro de la junta directiva de Gehitu (Asociación LGBT de Donostia/San Sebastián País Vasco). Fue elegido por unanimidad por todos los partidos políticos para un cargo público en la actual administración española. Su pareja, Sergio Iñiguez, se dedica a defender los derechos de personas como él en Gehitu.


Tras un noviazgo breve, los dos decidieron vivir juntos para lo cual Sergio, que vivía en Logroño, se trasladó a San Sebastián y empezaron a compartir su vida juntos. Es este hecho el que determina que Sergio (que ya militaba activamente en la asociación GLTB de Rioja, que se llama Gylda) se inscribiera como voluntario en Gehitu.


¿Antes de la promulgación de ley usted había pensado en casarse con otro hombre?
Sergio: Sí. Desde que tengo plena conciencia y de forma normalizada e interiorizada mi orientación sexual, sobre todo durante mi voluntariado en las asociaciones, buscando reivindicar nuestros derechos, pues al final uno mismo sí que se plantea la posibilidad de llegar a ese derecho.


Iñigo: Tuve dos parejas antes de Sergio. Como el matrimonio es reciente en España con mis anteriores parejas no tuve oportunidad de casarme. No obstante, hubo antecedentes legales al matrimonio en forma de registros de parejas de hecho, y con una de las parejas anteriores sí formalicé mi relación en ese registro. Ahora, por fortuna, esa dimensión legal es la misma que para las parejas heterosexuales, con lo que se da cumplimiento al derecho de igualdad.


¿En la familia de ustedes, cómo se asumió el tema del matrimonio entre dos hombres?
Iñigo: Mis hermanos, mis sobrinos y mis primos tienen un planteamiento absolutamente natural y normalizado ante mi matrimonio y, en general, ante la homosexualidad. Mis padres sí sufrieron un “shock” cuando se explicitó ante ellos mi condición homosexual, pero una intensa pedagogía y la fuerza del amor han producido una evolución de las cosas en la buena dirección.


Sergio: En mi familia fue un hecho traumático. Mis padres en concreto en ese momento tenían cierta reticencia hacia mi relación de pareja. Yo desde el principio les planteé que la asistencia a mi boda era absolutamente voluntaria, porque sabía que para ellos podría ser complicado y finalmente no asistieron. Pero el hecho de formalizar mi relación a través del matrimonio supuso saber que Iñigo era un miembro de la familia y eso les “obligó” a conocerlo y a partir de entonces hay una relación extraordinaria. Con mis hermanos fue distinto, ellos y mis sobrinas participaron y una de ellas llevó los anillos.


Sergio, ¿su matrimonio puede considerarse un acto político?
Sergio: No voy a ocultar que sí tuvo determinado componente político pero fue más de visibilidad porque es otra forma de hacer política. La nuestra fue una boda bastante temprana, se hizo cuatro meses después de la aprobación de la ley y en concreto mi marido ostenta un cargo público de reconocido prestigio en Euskadi, y su nombramiento como Defensor del Pueblo tuvo bastante presencia mediática en toda España. Nosotros sabemos que podemos ser un referente positivo tanto para otras parejas como para la ciudadanía en general y decidimos que la ceremonia fuera un acto absolutamente privado pero se permitió la entrada de los medios de comunicación antes de la ceremonia y nos trataron con absoluto respeto y normalidad.


Iñigo, ¿ser un personaje homosexual y publico le impone actos políticos como el matrimonio?
En la decisión de casarnos no tuvo peso la dimensión pública. Los activistas gay-lésbicos hemos reivindicado y conseguido el derecho al matrimonio, pero el acto de casarse lo entiendo como una decisión personal. Ahora bien, siendo la visibilidad, como así es, uno de los mejores medios para conseguir la normalización de la homosexualidad, me pareció importante que nuestra boda pudiese tener una dimensión pública y social.


Sergio, ¿habría que recomendarle a los gay y a las lesbianas casarse?
Sergio: En el objetivo de todo activista debería existir la figura del matrimonio en cuanto a figura plena de reivindicación social, sin entrar a preguntarse por la institución misma. No me preocupa si es buena o mala, es lo que hay y yo quiero esa igualdad para que luego cada cual la acepte o no, el heterosexual o el homosexual decida si se casa y no que le venga impuesto socialmente el que no pueda casarse.


Iñigo, ¿con las altas tazas de divorcio en los matrimonios heterosexuales, no existe el miedo de fracasar en el intento?
Iñigo: No creo que las tasas de divorcio lleguen a ser muy diferentes entre matrimonios formados por hombre y mujer y aquellos otros compuestos por dos mujeres o dos hombres. En cualquier caso, los sectores homófonos utilizarán cualquier argucia para atacarnos y frente a ello deberemos seguir diciendo que uno de los pilares fundamentales de la democracia es el respeto de los derechos fundamentales a la dignidad, a la libertad y a la igualdad de las minorías.


Sergio, ¿el matrimonio ayuda a la consolidación de las parejas?
Sergio: Nosotros a nivel de pareja no hemos notado mayor diferencia. Tuvimos tres o cuatro disgustos durante la preparación de la boda, porque como cualquier evento genera tensiones pero yo no he notado diferencias, nosotros ya llevábamos dos años de convivencia y tenemos la misma relación. Después de la boda, con los vecinos, no hubo cambios pero algunos días antes e incluso el día de la boda algunos vecinos se acercaron y nos felicitaron. Nosotros hemos tenido una vida de pareja muy evidente, andamos de la mano y si nos encontramos nos saludamos de beso en la boca, pero siempre llevando una vida normal y creo que hace que nos traten con normalidad, porque para quienes viven con miedos o temores esto facilita para el que está en frente que te pueda agredir verbal o gestualmente.

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