2007/11/01

> Berria: Homofobia > ESTADOS UNIDOS: LA IGLESIA HOMOFOBA DE FRED PHELPS CONDENA POR FESTEJAR LA MUERTE DE SOLDADOS

  • No pertenece a ninguna denominación mayor
  • Una iglesia de EEUU, condenada por festejar la muerte de los homosexuales
  • Tendrá que pagar 10,9 millones de dólares a la familia de un soldado muerto en Irak. Entonaron canciones que decían 'te vas al infierno' y 'Dios te odia' en su funeral
  • El Mundo, 2007-11-01 # Reuters · Baltimore

Un jurado ordenó que una iglesia de Kansas que se opone a los homosexuales pague 10,9 millones de dólares en daños a los familiares de un soldado estadounidense que murió en Irak, debido a que sus miembros festejaron su muerte en el funeral.


Miembros de la iglesia, que dijeron que la muerte del cabo Matthew Snyder era el castigo de Dios a Estados Unidos por tolerar la homosexualidad, asistieron en 2006 al funeral en Maryland, donde entonaron canciones que decían "te vas al infierno" y "Dios te odia".


El jurado federal determinó que la Iglesia Bautista de Westboro, con base en Topeka, y tres de sus directores violaron la privacidad de la familia del fallecido y les infligieron daños emocionales.


Albert Snyder, padre del marine, testificó que su hijo no era homosexual, pero la iglesia se centró en el Ejército como símbolo de la tolerancia de Estados Unidos a los gays. Matthew Snyder murió en combate en Irak en marzo de 2006.


El jurado otorgó a la familia de Snyder 2,9 millones de dólares como indemnización por perjuicios, además de 8 millones de dólares como indemnización punitiva por daños en la primera demanda civil contra la iglesia, que se ha manifestado en unos 300 funerales militares en los últimos dos años.


La demanda señala que la página web en Internet difama a los soldados estadounidenses, acusándolos de ser adoctrinados por "propaganda homosexual". "Espero que sea suficiente para disuadirlos de que hagan esto a otras familias. No se trata del dinero. Se trata de detenerlos", sostuvo Snyder, de York, Pennsylvania.


La iglesia, que no está afiliada a ninguna denominación mayor, está dirigida por el reverendo Fred Phelps, quien ha encabezado una campaña contra la homosexualidad durante años. La mayoría de los 70 miembros de la congregación pertenecen a su familia.


"Le tomará unos pocos minutos a la Corte de Apelaciones del Cuarto Circuito revertir esta cosa tonta", afirmó Phelps. Su hija Shirley Phelps-Roper, quien también es una de los acusados, prometió continuar protestando en los funerales militares y dijo que la decisión de la corte era un golpe contra la libertad de expresión.

> Erreportajea: Lesbianismoa > PALESTINA: NISREEN MAZZAWI, DE ASWAT, RECONOCE QUE UNA LUCHA LLEVA CONSIGO TODAS LAS OTRAS LUCHAS

  • LGTB / Nisreen Mazzawi de Aswat, organización de lesbianas palestinas
  • “Una lucha lleva consigo todas las otras luchas”
  • Mazzawi estuvo en Madrid para hablar de las perspectivas y las estrategias de Aswat, organización de lesbianas palestinas que habita la encrucijada entre el feminismo, la lucha contra la ocupación y contra la homofobia.
  • Diagonal, 64 zk., 2007-11-01 # Maggie Schmitt · Madrid

Aswat empezó hace cinco años como una lista informal de correo. Esta humilde herramienta significó el primer intento de organización de lesbianas palestinas: les permitía conocerse sin exponerse públicamente. Formar Aswat (‘voces’ en árabe) fue una experiencia singular: “Contar con este espacio tan especial es como tener un hogar para nosotras, donde podemos ser palestinas y también lesbianas y también mujeres, ser todo lo que una es, cien por cien”. La lista de correo pronto dio paso a propuestas de encuentro, y Aswat empezó a hacer reuniones mensuales en las casas de las participantes. Eran momentos imprescindibles en los que se apoyaban mutuamente y debatían.


Aunque Aswat surgió de un impulso íntimo de sus participantes no dudan en calificar como político su proyecto: “Nuestra misión es política desde el primer momento, incluso si se trata de una necesidad totalmente personal, porque mi realidad es política. No tengo la opción de decir ‘no quiero esta realidad’ porque incluso si fuera a vivir en otra parte del mundo, hoy como palestina no puedo no hablar de política; la situación me lo impone. Y concienciarme de la lucha palestina y de mis derechos como una minoría palestina me lleva a concienciarme de mi experiencia como una mujer y como una minoría sexual: la conciencia de una lucha lleva consigo todas las otras luchas que componen la vida cotidiana. Como palestinas, como mujeres, y como lesbianas no podemos elegir el no enfrentarnos a la situación política. Si no somos libres como palestinas, no nos ayuda tener derechos como lesbianas. Y si soy libre como palestina y no tengo derechos como lesbiana, pues esto tampoco me ayuda, porque no puedo ser parcial, no puedo vivir sólo una parte. Tengo que ser todo lo que soy. Entonces por fuerza las mujeres de Aswat somos conscientes de una situación política que incluye el conflicto Israel-Palestina, el papel de las mujeres en las sociedades patriarcales, y las consecuencias de pertenecer a una minoría sexual”.


Corrió la voz, y a medida que se iban sumando mujeres de otras zonas, el colectivo tuvo que formalizarse como organización y se afincó en un local dentro del centro feminista Kayaan en Haifa (Israel). Aswat fomenta grupos de apoyo, de debate y de investigación, colabora con otros colectivos en diversas acciones y realiza una gran labor para producir y hacer circular materiales en árabe sobre el lesbianismo y el feminismo, información que hasta ahora no existía: “reíamos que nunca podríamos hablar de nuestra sexualidad en árabe. No teníamos palabras para expresarla”. Juntas elaboran y crean lenguaje, y por eso también están trabajando para recuperar literatura árabe antigua sobre la homosexualidad: “A veces la gente piensa que la homosexualidad no existe en Oriente, que es algo que se importó de Occidente. Pero existen muchísimos poemas en la literatura árabe sobre amores homosexuales. La homofobia es una cosa moderna, pero la homosexualidad siempre ha existido”.


El tabú de la sexualidad
Esta sensibilidad respecto al lenguaje y al entorno caracteriza sus estrategias, destacando un compromiso de trabajar para el cambio dentro de su sociedad y no en su contra: “En la última conferencia que hicimos, el movimiento islámico nos intentó atacar a través de los medios de comunicación. Y hubo todo un debate dentro de Aswat sobre cómo responder a esta táctica. Decidimos no reaccionar, sino seguir con lo nuestro. Es nuestra realidad y no nos vamos a enfrentar con ella, sino a buscar formas inteligentes de cambiarla”.


La triple lucha de Aswat les permite alianzas, pero genera a veces tensiones. “Mientras las mujeres están en la lucha nacional, son bienvenidas, les dan mucha libertad de movimiento para salir, hablar, protestar, etc. Pero en cuando empiezan a hablar de asuntos de mujeres la sociedad las ve como enemigas. Y si hablamos de sexualidad, ya nos metemos en un tabú importante. Como en casi todas las sociedades del mundo, la sexualidad de las mujeres es un tabú del que no se debe hablar, mucho menos si se trata de una sexualidad diferente. Entonces cuando las mujeres palestinas o árabes empezamos a hablar de estas cosas no somos bienvenidas”.


La valentía de Aswat consiste precisamente en habitar esta tensión, e insistir en que la liberación tiene que ser de todas y todos o no vale. “Hay muchos que hablan de hacer una lucha ahora, y luego abordar las otras. Pero yo vivo mi vida ahora, existo ahora. No puedo vivir en el futuro... y tengo que encontrar y crear realidades que me permitan vivir ahora, completa”.


Condena a la policía israelí
La fiesta Queerfada, organizada hace tres años por el movimiento queer (lesbianas, gays y transexuales disidentes) israelí, se saldó con un brutal desalojo policial, detenciones y heridos de consideración, debido, según algunos activistas, a las connotaciones pro palestinas del nombre de la fiesta. La policía afirmó que acudió porque “el ruido molestaba a los vecinos”. Tres policías acusaron a los asistentes de agredirles con botellas y apalear a una agente. Recientemente dos sentencias judiciales no sólo han exculpado a los acusados, sino que han condenado a los policías por agredir a los y a las asistentes a la fiesta y mentir.

> Iritzia: Diario de un Comunista Gay > LOS OLVIDADOS

  • Los olvidados
  • Diario de un Comunista Gay, 2007-11-01

El 9 de febrero de 1978, el entonces diputado del Partido Comunista, Ramón Tamames, presentaba una enmienda a la proposición de ley socialista para modificar la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Aquella acción constituía el principio del fin de una persecución cuyas víctimas, a día de hoy, todavía no han recibido ningún tipo de resarcimiento.


Antes de la aprobación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social en 1970, la Ley de 15 de julio de 1954 de reforma de la Ley de Vagos y Maleantes consideraba al homosexual peligroso, por lo que era preciso privarle de libertad y someterle a vigilancia para “reeducar” sus instintos degenerados. La ley indicaba, textualmente, lo siguiente:


A los homosexuales, rufianes, proxenetas, mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos mentales o lisiados, se les aplicarán, para que las cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes:


a) Internado en un Establecimiento de trabajo o Colonia Agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en Instituciones Especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los demás.


b) Prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio.


c) Sumisión a la vigilancia de los delegados.


Con esta ley, que equiparaba la homosexualidad con la enfermedad mental o la mendicidad, el franquismo continuaba su cruzada legal contra los homosexuales, a los que en los primeros años de la dictadura también se había perseguido y encarcelado por “escándalo público”.


Son muchos los testimonios de los afectados por esta ley. En 1967, 1.083 personas ingresaron en prisión por la Ley de Vagos. Prisiones como la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, en Fuerteventura, acogieron a numerosos homosexuales. Juan Curbelo fue uno de ellos. Su testimonio, recogido en el libro “El látigo y la pluma” de Fernando Olmeda, pone los pelos de punta:


“Fue un auténtico infierno, por la mala alimentación, el trabajo hasta el agotamiento y el maltrato por parte de los funcionarios. Me raparon la cabeza y estuve tres años, el máximo posible, pasando los días a pico y pala: picando piedra caliza y haciendo zanjas”.


Más allá de los campos de concentración y las cárceles, la sociedad española continuaba sumida en un ambiente represivo hacia la homosexualidad. En los años del nacional-catolicismo, la Iglesia reprimía cualquier sentimiento homosexual, estigmatizando a una parte importante de la población española. “Cuando tienes 20 años y te llaman invertido, sarasa, mariquita… o lo aceptas o te rindes y te suicidas, como se me pasó por la cabeza muchas veces”, asegura Jordi Griset, uno de los muchos homosexuales reprimidos por el franquismo. “Yo quería ser normal, por eso acepté hacer una terapia psiquiátrica con electro choque para dejar de ser homosexual”, continua Jordi refiriéndose a las terapias subversivas que muchos psiquiatras llevaban a cabo para “curar” la homosexualidad.


El 28 de julio de 1970, las Cortes aprobaron por unanimidad la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, la cual pretendía “defender a la sociedad contra determinadas conductas individuales, que sin ser, en general, estrictamente delictivas, entrañan un riesgo para la comunidad”. Según cita Arturo Arnalte en el libro “Redada de violetas”, “a la Ley de Peligrosidad Social quedaban sometidos los mayores de 16 que fueran, entre otros supuestos, vagos, rufianes, proxenetas, mendigos habituales, locos, toxicómanos, ebrios habituales, gamberros, pandilleros, distribuidores de pornografía, menores rebeldes a la autoridad familiar y los que realicen actos de homosexualidad”.


La Ley de Peligrosidad Social, aprobada en sustitución de la Ley de Vagos y Maleantes, contemplaba entre sus medidas el internamiento “en un centro adecuado a la personalidad del sujeto” durante un tiempo máximo de tres años. Jordi Petit, histórico activista homosexual y presidente de honor de la Coordinadora Gay y Lesbiana, afirma que “en Madrid y Barcelona fueron expedientadas 1.500 personas por vulnerar la Ley de Peligrosidad Social”, aunque asegura que “es prácticamente imposible saber cuantos fueron perseguidos por el franquismo por ser homosexuales”.


Tras la muerte de Franco y el reestablecimiento de la democracia, la discriminación continuó. La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social siguió vigente y activa hasta que en 1978, tal y como he señalado al principio, el Partido Comunista de España presentó una enmienda en la que solicitaba que la homosexualidad dejara de ser ilegal.


Los homosexuales, perseguidos durante años, fueron los grandes olvidados durante la transición y años posteriores. Al contrario de lo que sucedió con los represaliados políticos, el colectivo homosexual perseguido por el franquismo no ha obtenido aún ninguna reparación moral y económica. Incluso ahora, cuando se ultima la Ley de Memoria Histórica, la Asociación de Expresos Sociales sigue su lucha para que se haga justicia con todos aquellos que sufrieron la represión por motivo de orientación sexual.


Como dijo el poeta griego Yeoryos Seferis, “allí donde la toques, la memoria duele”. Y en nuestro país, la memoria de los muchos gays, lesbianas y transexuales que sufrieron durante años el estigma de una dictadura represora, seguirá doliéndonos hasta que las administraciones dignifiquen todas esas vidas robadas.