- Al calabozo por homosexual
- Un funcionario de un organismo internacional denuncia trato vejatorio por parte de dos policías municipales de Madrid. «Maricón de mierda, métete en tus asuntos», le dijeron
- El Mundo, 2007-07-19
L. M., funcionario de un importante organismo internacional vinculado a los derechos humanos, preguntar le salió caro. Según cuenta este norteamericano de 39 años, el pasado 15 de junio se encontraba tomando una caña en la calle de
El 28 de junio, y aún con el miedo en el cuerpo, denunció en el juzgado el trato vejatorio y los insultos que sufrió por parte de los dos municipales. Lleva nueve años en España y nunca había vivido algo así. «Me trataron como a un perro y estuve hasta las cuatro de la madrugada en condiciones infrahumanas». Al detenerle, G. L. se desmayó. «Sólo recuerdo que pedí un vaso de agua».
Aquel viernes de junio, G. L.M decidió tomar algo después de haber ido al médico. «Fui al ambulatorio porque tenía infección de garganta y, además, estoy pasando por una depresión». Cuando aterrizó en Leganitos pidió ver a un médico. «Vino el Samur. Tenía la tensión disparada y los médicos dijeron que necesitaba tomar mi medicación para tranquilizarme». Pese a ello, no se la facilitaron. «Me tomaron las huellas y me hicieron fotos». Después, cuenta G. L. M., le metieron a una sala con otras 10 personas. «Ya había facilitado el teléfono de mi abogada».
Las provocaciones en comisaría se repitieron. No faltaron, según recuerda, los comentarios salidos de tono y ofensivos. «A las 17.00 o 17.30 me bajaron al calabozo». Primero le trasladaron a una celda individual «que estaba llena de agua». Ante este panorama, pidió que le cambiaran y le metieron en una común. «Estábamos un marroquí, dos españoles y yo». De nuevo, volvió a recordar que necesitaba tomar sus medicamentos. Y, de nuevo, hicieron oídos sordos.
Sobre las 19.30 horas, le llevaron a un ambulatorio «cercano a la calle de Huertas». «Allí le mostré a una doctora los moratones que tenía en el cuerpo y la herida de un dedo». La tensión seguía teniéndola alta. «Mi documentación, incluida la tarjeta de
A las 23.00 horas, llegó su abogada a la comisaría. «Entonces me subieron del calabozo». G. L. M entiende que el botellón en el barrio de Malasaña representa un problema, pero se niega a aceptar que, «por el simple hecho de preguntar a
A las 4.00 horas, la pesadilla terminó. G. L. M se fue a su casa, aunque el miedo tardó unos días en dejarle respirar. «Yo no digo que toda
Le costará olvidar la experiencia. «Ahora me pensaré lo de preguntar a
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