2007/05/17

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  • Homofobia: un reto pendiente en Europa
  • Noticias de Gipuzkoa, 2007-05-17 # Koldobike Mujika · Sergio Iñiguez · Coordinadores de Gehitu

A veces podemos caer en la tentación de pensar que las conmemoraciones anuales de un logro social carecen de importancia por el mero hecho de que ya disfrutamos de ese logro. Así, cuando por estas mismas fechas recordamos la importancia de que un 17 de mayo como hoy, hace 17 años, la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad, podemos caer en la tentación de pensar que ninguna autoridad médica o política cuestionará que la homosexualidad no es ni una enfermedad ni una desviación.


Lamentablemente, año tras año la actualidad nos recuerda que la realidad es muy distinta de lo pudiera parecer a primera vista. Un buen ejemplo de ello lo constituye los recientes acontecimientos de Polonia, que nos recuerdan que ni siquiera tenemos que salir de la Unión Europea para darnos cuenta de que la orientación homosexual o la identidad transexual siguen siendo razón suficiente para que millones de personas sean consideradas como de segunda categoría en todo el mundo.


El caso de Polonia ha despertado un interés inusitado en la opinión pública hacia la cruda realidad que padecen las minorías sexuales en muchos países, sin duda porque Polonia es miembro de la Unión Europea, y además un país cercano. No sin razón, últimamente se ha hablado mucho de las declaraciones de algunos miembros del Gobierno polaco, que anunciaban la intención de aprobar una ley contra "la promoción de la homosexualidad o cualquier otra desviación sexual en el ámbito escolar", que podría castigar con el despido, con multas o incluso con penas de prisión a los educadores que no ocultaran su homosexualidad. Ahora que parece que el Gobierno polaco desistirá de llevar esa ley adelante, tal vez sea el momento adecuado para recordar que el caso polaco no es sino la punta del iceberg al que rara vez prestan atención los grandes medios de comunicación.


De hecho, la pretensión de evitar lo que el Gobierno polaco califica de "propaganda homosexual" en el ámbito escolar, no es ni mucho menos nueva en la Unión Europa. Así, no han pasado ni cuatro años desde que en el Reino Unido se abolió la famosa Section 28, una enmienda aprobada bajo el mandato de Margaret Thatcher en 1988, y que prohibió durante décadas por ley que en los colegios públicos se hablara de la homosexualidad como una "relación familiar aceptable", y que indujo a profesores y a colectivos de estudiantes a una autocensura tal que llevó al cierre de asociaciones escolares que defendían la diversidad sexual.


Probablemente la gran diferencia respecto del caso polaco radica en el apoyo popular con el que parece contar el Gobierno polaco para perseguir y criminalizar la homosexualidad, hasta el punto de que participar en una marcha del orgullo gay puede equivaler a ser objeto de agresiones brutales por parte de contramanifestantes que piden a voz en grito que se asesine o se maltrate a gays, lesbianas o transexuales, ante la pasividad, o incluso, la complicidad de las fuerzas policiales y gobiernos municipales.


Sin embargo, en la Europa actual esa violencia social hacia quienes reclaman la equiparación legal de las minorías sexuales no es un fenómeno exclusivo de la población polaca.


Los participantes en la marcha del orgullo gay de la capital letona del año pasado, entre ellos, miembros del Parlamento Europeo y de otros parlamentos nacionales de Europa, fueron agredidos por los contramanifestantes sin que la policía les brindara la protección necesaria. Meses después, el Parlamento letón rechazó una proposición de ley que, de aprobarse, hubiera prohibido cualquier mención de la homosexualidad en los medios de comunicación, con el objeto de "proteger a la familia". La propuesta había sido presentada por el primer partido letón.


También resultaron heridos de consideración algunos de los participantes en la Gay Pride de Tallín, algo que nunca antes había sucedido en Estonia. Hemos de especificar aquí que precisamente si algo caracteriza a las denominadas Gay Pride (marchas del orgullo lésbico, gay y transexual) es su carácter absolutamente pacífico y festivo, marchas coloristas, musicales y alegres, que no por ello dejan de ser reivindicativas.


Tal vez por ello nos resulta tan sorprendentes las noticias de este tipo de agresiones que llegan año tras años de los países citados. Sin duda, no nos sorprenderían tanto, de vivir ahí donde un mandatario puede afirmar sin pudor que la homosexualidad constituye un peligro para la sociedad, porque puede significar la extinción de la especie humana, y ese mismo dignatario calla cuando miembros de la especie humana agreden a otros humanos por el simple hecho de amar de forma diferente.


Sin embargo, estos hechos que deben escandalizarnos en Europa no son comparables a la situación que padecen millones de gays, lesbianas y transexuales en otros continentes.


A estas alturas, no hace falta recordar que la homosexualidad se castiga con la pena de muerte en países como Mauritania, Arabia Saudi, los Emiratos Árabes Unidos, Yemen o Irán donde según Amnistía Internacional se han ejecutado cerca de 4.000 homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales desde 1979.

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