2007/03/20

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  • La vida no es de color de rosa
  • La República, 2007-03-20 # Alberto Hidalgo Hermoso · Coordinador de ALEAS IU-Badajoz

El otro día un buen amigo me contaba, frente a un café, la discriminación a la que todavía está condenado en su pueblo por su orientación sexual. Y es que aún existen muchos obstáculos para que gais, lesbianas, bisexuales y transexuales podamos vivir nuestras vidas con total normalidad. Somos seres humanos, como todos los demás, vivimos, trabajamos, nos enamoramos, tenemos los mismos deberes y obligaciones, pero no se nos reconocen los mismos derechos.


Gracias al incansable trabajo de miles de activistas del movimiento lgtb, hoy la igualdad formal o legal para nuestro colectivo esta más cerca que nunca. En 2005 fue aprobada por el parlamento la ley que permitía la unión civil de personas homosexuales y en 2007 ha sido aprobada la ley de identidad de género que permite a los y las transexuales cambiar su nombre en el DNI sin necesidad de someterse a una operación quirúrgica. Debemos valorar estos avances sociales como grandes conquistas del movimiento lgtb, que gracias a su amplio tejido asociativo y a la participación activa de sus militantes ha sabido conseguir el justo reconocimiento de nuestros derechos. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. La homofobia y la transfobia siguen existiendo en nuestra sociedad y debemos seguir trabajando para erradicar estas lacras sociales definitivamente y alcanzar la igualdad social de nuestro colectivo.


En numerosas ocasiones, podemos ver como los logros conseguidos en pro de la igualdad y la libertad para gais, lesbianas, bisexuales y transexuales son contestados por parte de los sectores más retrógrados y reaccionarios con brutales embestidas contra nuestros derechos. La derecha más rancia y las jerarquías religiosas se convierten, a menudo, en instigadores de la discriminación, el aislamiento o la estigmatización que sufrimos. Sabemos que nunca contamos ni contaremos con los sectores ultraconservadores en nuestra lucha por la igualdad y el respeto a la diversidad, pero jamás pensamos que nos convertiríamos en el principal objetivo en su lucha contra los progresos y avances sociales que pueden hacer de esta sociedad una sociedad más justa, más igualitaria, más libre en definitiva.


En el caso concreto de Extremadura, el panorama para gais, lesbianas, transexuales y bisexuales, es, si cabe, más desesperanzador. Numerosas iniciativas legislativas se han llevado a cabo en las instituciones para intentar erradicar la homofobia y la transfobia de la sociedad extremeña pero, en muchos sectores, la intolerancia y la intransigencia persisten. En nuestra comunidad autónoma, la vida en el medio rural se convierte, en numerosas ocasiones, en una condena para las personas no heterosexuales que desarrollan sus vidas en los pueblos de Extremadura. Las agresiones físicas y psicológicas a gais, lesbianas, bisexuales y transexuales silenciadas y no denunciadas, a menudo por miedo, están muy presentes todavía marcando las vidas de numerosos ciudadanos que no pueden expresar su orientación e identidad sexual con libertad.


Hoy, en Extremadura, al igual que en el resto del estado español, la igualdad formal está llegando, pero aún nos queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar la igualdad plena y la integración social. Hoy, gais y lesbianas podemos contraer matrimonio pero, mientras que en las calles de nuestras ciudades y pueblos seamos recibidos al grito de ¡maricón! o ¡bollera! y seamos insultados al besar a nuestra pareja en público la igualdad real estará aún muy lejos. Para nosotros y nosotras, todavía hoy el día a día no es fácil, la vida no es de color de rosa.

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