2007/10/29

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  • Preservativo en los institutos
  • Diario La Rioja, 2007-10-29 # Pedro Trevijano

El Partido Socialista riojano ha presentado una proposición no de ley solicitando que en nuestros institutos se coloquen máquinas expendedoras de preservativos con el objeto que nuestros alumnos tengan fácil acceso a ellos a fin de prevenir embarazos y enfermedades venéreas.


Ante esta petición la pregunta que se me ocurre es: ¿Qué es un Instituto, un centro educativo o un garaje para adolescentes? Son muchos los enseñantes que nos hemos sentido o se sienten educadores. Reducir la enseñanza de la sexualidad a lo puramente fisiológico significa renunciar a ponerla al servicio de los valores humanos, en especial del amor y destruir el sentido de responsabilidad de los adolescentes en relación a su cuerpo, ya que recomendarles el uso de preservativos o facilitarles, sin más, su acceso, crea una mentalidad permisiva que induce a la realización prematura del acto sexual, lo que no es precisamente un juego inocuo.


La campaña del preservativo parte del presupuesto que la sexualidad está al servicio del placer físico, porque es un impulso que puedo satisfacer sin más controles y límites que evitar las enfermedades venéreas y embarazos. Por ello su efecto es el aumento de la actividad sexual y de la promiscuidad, principal vehículo de transmisión del Sida y demás enfermedades. Además, si da lo mismo acostarse que no acostarse, no es difícil deducir que el joven que no se acueste es sencillamente idiota, pues se priva de algo agradable y bueno.


No hay que olvidar tampoco que un serio obstáculo para que los jóvenes usen condón es que sus relaciones sexuales son consecuencia a menudo de un impulso repentino, fruto de unas copas de más, por lo que en concreto hay que darles razones serias para que sepan decir no. Muchos no lo utilizan en sus relaciones sexuales esporádicas, pero incluso usándolos los riesgos y la tasa de fracasos son elevados (5-15%). Por ello los americanos suelen emplear la expresión 'safer sex' ('sexo más seguro', que no es lo mismo que sexo sin peligro). Si hay algo que nunca ha sido 'safe' en la historia de los seres humanos, por cómo nos afecta y sus consecuencias de todo tipo, ese algo es la sexualidad. El sexo presuntamente sin riesgo se convierte en sexo sin humanidad, sin hondura, sin amor y por eso mismo sin felicidad. El sexo seguro no existe.


La experiencia indica que el exceso de facilidades es contraproducente, o todavía peor aberrante, porque se transmite una falsa confianza y se consigue lo contrario de lo que se pretende, pues el preservativo no es seguro, y mucho menos utilizado por adolescentes, por lo que a pesar del empleo de métodos anticonceptivos, las supuestas garantías no son de gran valor. Una señal clara del fracaso de estas campañas es el constante aumento del número de abortos, con sus gravísimas consecuencias psicológicas. El peligro de contagio es aún mayor que el de embarazo, porque el virus es mucho menor que el espermatozoide y el contagio puede suceder todos los días, mientras el embarazo sólo unos pocos días al mes. Por el contrario el mejor modo de luchar contra las enfermedades venéreas es educar para el amor, defendiendo la abstinencia y la fidelidad sexual.


Estas campañas con su concepción tan superficial de la sexualidad, forzosamente excluyen de su consideración la continencia o la castidad de la que piensan es imposible, alienante o antinatural, cuando la verdad es que no sólo los jóvenes tienen que aprender a autocontrolarse, sino que muchos de ellos viven en continencia. Por otra parte, la ausencia de unas pautas morales llevan a interiorizar la idea de que en materia sexual no hay normas, llegándose así a la banalización de la sexualidad. Por todo ello creo que estas campañas, con su uso de eufemismos como libertad sexual, sexo seguro, salud reproductiva, favorecen la promiscuidad, el mal llamado amor libre y el sexo por el sexo, por lo que quebrantan el verdadero sentido de la sexualidad y aumentan los embarazos, abortos y enfermedades venéreas.


La solución fácil de proporcionar preservativos a los jóvenes desde los doce años, que es la edad en que entran en los institutos, y facilitarles la píldora del día después, es renunciar a ayudarles. Es necesario informar y educar, no aceptando que los problemas puedan tratarse sin tener en cuenta los principios morales. Nuestros institutos deben pretender lograr una formación integral de los educandos que les lleve al dominio de sí, evite la degradación personal y ponga la sexualidad al servicio del amor, no conformarse con ser garajes de adolescentes egoístas, débiles de carácter, viciosos y por tanto incapaces de amar.

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