- Las redes del «pásalo»
- ABC, 2007-10-05 # Ignacio Camacho
¿Cómo interpretarán las Juventudes Socialistas el dato incontrastable de que en los distritos madrileños de Chueca -biotopo del mundo gay- o Carabanchel -epítome de barrio de trabajadores- ganase por mayoría absolutísima el PP en las últimas elecciones autonómicas y municipales? ¿En cuál de los esquemáticos, rancios y maniqueos moldes ideológicos patentes en su flamante videoparodia del «Pasapalabra» encajarán la evidencia del apoyo masivo que Manuel Chaves cosecha desde hace lustros en la tercera edad del mudo rural andaluz? ¿Con qué cabriola hermenéutica serán capaces de digerir los saltos de sus sucesivos dirigentes nacionales -Miguel Ángel Pino, Javier de Paz- hacia la más mercantilista cúpula de la alta empresa inmobiliaria o financiera? Probablemente, con la misma empecinada terquedad que el resto de las organizaciones juveniles de los partidos españoles niega la tozuda tendencia de la realidad a dejarse atrapar los esquematismos reduccionistas y los clichés torpemente simplificados: cerrando los ojos ante todo lo que no sea el dogmatismo sectario de sus mayores, siempre dispuestos a utilizarlos como fuerza de choque y carne de cañón en las batallas por un poder del que sólo se dejan compartir las migas.
Desde que el estado mayor del PSOE decidió cancelar de su agenda política todo lo que no fuese la estrategia de asalto a las urnas de marzo, una de las grandes prioridades de sus gurús de campaña viene siendo la de movilizar el voto de los menores de 25 años, un sector altamente abstencionista y decepcionado de la política convencional, cuya inesperada activación el 14-M, sacudida por la convulsión de los atentados de Atocha, resultó clave en el sorpresivo triunfo de Zapatero. Tras la profunda decepción que el Gobierno ha causado en las capas medias de la sociedad española, patente en la derrota del último 27 de mayo, la estimulación de las redes del «Pásalo» constituye una esperanza esencial de los socialistas en apoyo de la maltrecha candidatura del presidente. De ahí que la mayoría de las últimas iniciativas gubernamentales -alquileres, cheques-bebé, los pisos gratuitos o el PER estudiantil de Chaves- esté dirigida a estimular el compromiso electoral de lo que los estrategas del zapaterismo llaman «la gente nueva», en contraposición a la «gente antigua» de un felipismo renuente y desganado.
De ahí procede, también, el repetido énfasis de la propaganda de los cachorros de las JJ. SS., empeñados en la caricaturización de una derecha apolillada y pija a la que quizá pronto veamos, en vídeos o campañas de publicidad viral, disfrazada con ropajes autoritarios o clericales en una nueva versión del célebre dóberman aznarista. Maestros indiscutibles del agit-prop y sus variantes más modernas y actuales -campo en el que llevan al PP inconmensurable ventaja-, los gurús socialistas se han lanzado a batir el ámbito juvenil con un bombardeo de simplezas destinado a apuntalar la imagen de un presidente al que la muchachada saludó en 2004 al grito de «no nos falles». Y que sabe, o teme, que en marzo se puede hacer evidente la certeza de que también a ellos les ha fallado y pasen palabra. O voto.
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