2007/09/02

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  • Toda una vida en seropositivo
  • Más de 2.000 nuevos casos de infecciones se detectan al año en España. El centro Gerasa de Chiclana atiende en la actualidad a casi una treintena de pacientes
  • La Voz Digital, 2007-09-02 # Jesús M. Aragón · Chiclana

Camino del Lobo; carretera del Marquesado en Chiclana; son las once y cuarto de la mañana y el timbre apenas ha sonado cuando Trini abre la puerta y nos recibe. Su sonrisa delata que hace lo que le gusta y que su dedicación va más allá de la ocupación profesional; con una leva caricia en el hombro saluda al primero de los 26 pacientes que en estos momentos tiene el centro. El Hogar Gerasa es uno de los centros pioneros en la atención a enfermos de VIH de la provincia, y sigue en esa tarea de dar cobijo a los enfermos de forma desinteresada gracias a subvenciones, ayudas particulares de sus socios o actividades benéficas como la cena anual para recaudar fondos que tendrá lugar por décimo año consecutivo el próximo viernes 7 de septiembre.


Su papel como centro de ingreso tiene aún más importancia si se tienen en cuenta los últimos informes de la Organización Mundial de la Salud, que vuelven a alertar de que el sida se mantiene como una de las enfermedades más extendidas de cuantas se conocen en el mundo, y que España en general, y Andalucía y la provincia de Cádiz en particular, no se queda a la zaga, «según los últimos datos oficiales, en 2005 se detectaron en este país unos 2.000 nuevos casos de infectados por sida».


Lo cuenta Antonio Vergara, principal valedor de Gerasa, que lleva años trabajando en el ámbito de esta enfermedad y que conoce como pocos profesionales en la provincia las entrañas de un virus «que ataca la sangre y el sistema inmunológico del enfermo».


A vuelta de dos décadas esta enfermedad ha cambiado mucho; «en lo últimos años el perfil del enfermo de sida o portador de VIH ha ido evolucionando de aquella imagen de enfermo drogadicto que se estableció en la década de los 80 con el contagio masivo por intercambio de jeringuillas y vía intravenosa que hoy día ya no es la predominante», dice Vergara. Ahora «el sida no da la cara; nos encontramos con enfermos que son gente joven, guapos y guapas, incluso deportistas que están fuertes y sanos de apariencia, puesto que la enfermedad no se muestra de forma sintomática durante los primeros diez o quince años».


Esa circunstancia es uno de los grandes handicaps para su prevención, única arma eficaz que los expertos tienen para frenar una «enfermedad que no nos cansamos de repetir que es perfectamente evitable y cuya principal causa de contagio es en la actualidad la vía de transmisión sexual tanto en relaciones homosexuales como heterosexuales».


Pero si algo ha cambiado en los últimos años entorno al sida han sido los tratamientos médicos y farmacológicos para «hacer más llevadera la enfermedad aunque, de momento, no para curarla por completo», apunta el experto. «Con sólo una pastilla al día hay pacientes que hacen una vida totalmente normal y a los que se les ha aumentando la esperanza de vida de forma ilimitada», explica Antonio Vergara, consciente de que la imagen que dan los pacientes del Hogar Gerasa «es la de enfermos de sida que proceden en su mayoría del mundo de la droga y que llegan hasta nosotros muy deteriorados».


Esa fotografía fija de enfermos demacrados y escuálidos no suele responder al perfil de contagio sexual al menos hasta las últimas fases de la enfermedad; «con revisiones médicas periódicas y un tratamiento adecuado es posible hoy recuperar a un paciente», reconoce este profesional de la medicina, que pese a la enorme cantidad de información que tienen a su disposición los jóvenes no deja pasar la oportunidad de recordar la importancia de la prevención.


De momento, y mientras las cifras de infectados por VIH en todo el mundo superan ya los 40 millones y crecen de forma descontrolada en países en vías de desarrollo, en Occidente los expertos hablan de una «disminución de la sensación de riesgo y por tanto una relajación en la prevención».


Entidades como Gerasa tienen ante sí también el reto de recordar la virulencia con la que el sida irrumpió hace años en el mundo. Su centro de Chiclana funciona desde 1996 y aglutina el trabajo de cuatro monjas Hijas de la Caridad, de un equipo de tres enfermeros y terapeutas, médicos, psicólogos y trabajadores sociales, que velan porque sus inquilinos se recuperen con «terapias, fármacos y sobre todo mucho cariño».

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