- Pagar para callar
- El País, 2007-07-17
Se suponía que la Iglesia debía ser un guardián de una cierta moralidad. El acuerdo al que ha llegado la Iglesia católica de Los Ángeles bate todo un récord, con los 660 millones de dólares (unos 500 millones de euros) -o 1,3 millones de dólares para cada una de las víctimas- por los abusos sexuales cometidos contra niños a lo largo de varios años. La cuantía de la indemnización tasa el alcance de la culpabilidad de lo que el cardenal Roger Mahony, al pedir disculpas, ha calificado de "pecado y crimen terrible". Pero, en un acuerdo muy propio del sistema americano, Mahony ha preferido pagar a testificar en un juicio, que justo ahora estaba a punto de comenzar.
Mahony es especialmente responsable, pues, en vez de atajar la expansión de estos crímenes, fue cambiando al menos a algunos de los sacerdotes responsables de parroquia en parroquia a lo largo de los años, con lo que se amplió el número de víctimas de los abusos. Estos abusos no son un fenómeno reciente, ni exclusivo de Los Ángeles ni de EE UU, aunque en la archidiócesis californiana, al abrirse la veda de las demandas contra unos 220 sacerdotes y religiosos, se produjo una avalancha de querellas por parte de feligreses por acciones delictivas que se remontaban a décadas atrás. El daño se ha podido tasar en dólares, pero sus destrozos dejarán huellas psicológicas en las víctimas durante años o toda la vida.
No se debe acusar a toda una Iglesia por los abusos de unos pocos, pero que Mahony haya aceptado el acuerdo indica que ha calculado como desventajoso el llegar a juicio, por los estragos que podía causar en la imagen del catolicismo en EE UU, y en otros países donde también se han dado casos, aunque menos perseguidos por la justicia. La Iglesia católica ha desembolsado en EE UU ya más de 2.000 millones en demandas de este tipo. Otras archidiócesis han aceptado acuerdos similares y algunas se han arruinado en la operación. Mahony, al frente de la mayor de todas ellas, contaba también con más dinero. Una parte la pagará su organización; otra, los seguros; una tercera más pequeña, órdenes religiosas cuyos sacerdotes o hermanos han perpetrado abusos, y una cuarta, otras fuentes. También en la Iglesia católica de Estados Unidos ha pesado el dinero para acallar un escándalo de enormes proporciones. Pero la realidad es tozuda, aún más ahora que las víctimas tendrán acceso a la información que la Iglesia guarda sobre sus casos.
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