2007/07/26

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  • Angel Pavlovsky, actor: "Hoy transgredir pasa por fumar en un sitio donde no se pueda"
  • Pavlosky retoma el montaje 'Alas Furtivas' para cerrar la programación de verano de la Factoria Escènica Internacional en la Nau Ivanow
  • La Vanguardia, 2007-07-26 # Naila Vázquez · Barcelona

Angel Pavlosky, catalán de adopción, nació en Riviera, un pequeño pueblo cerca de Bueno Aires y hasta los veinte no conoció el mar, ni la nieve, ya que "en Argentina sólo nieva en los sitios caros". Después de más de 30 años sobre los escenarios retoma Alas Furtivas, un montaje de 2003 con el que dejó su personaje femenino para enfrentarse al público de tú a tú. Entre otras cosas, comparte reflexiones sobre el amor y el desamor, la vejez o, incluso, algunas confidencias. Estará en la Nau Ivanow hasta el 29 de julio.


-¿Le quedaron confesiones pendientes desde que estrenó en 2003 Alas Furtivas?

-No, pero tengo por costumbre y deformación ir haciendo variaciones constantemente, eso no quiere decir que cada día sea un espectáculo diferente, pero siempre quiero abarcar más de lo que cabe. Son las mismas confesiones, pero esta vez, me quejo, y la lista de quejas del 2003 no es la misma.


-Este montaje nació para estrenar la sala de
la Princesa del teatro María Guerrero, ¿así que se trata de un texto de encargo?
-Se inventó así, dentro de un ciclo llamado Confidencias en el que actuaba María Galiana y más actores. Me hicieron un favor, porque sino, hubiera seguido haciendo espectáculos basados en la ambigüedad de mi personaje. Es un actor, yo, que habla de algo que en el teatro no se habla: de la realidad, en este caso de la mía. Sin traicionarme y sin mentir. Pero claro, ¿a quién le interesa lo que me pasa a mí? Se trataba de ver si lo que me pasa a mí tiene puntos en común con cualquier espectador, y los tiene.


-¿Pero un actor sin personaje no está desnudo?

-Sí, y al principio me costó. Llega un momento en que divagando llego a preguntarme qué sentido tiene la existencia, cosa que no se la revelo al público porque si no a lo mejor me darían el Premio Nobel. Hablo de lo que todos nos planteamos: lo que quisimos ser y lo que realmente somos y entre esa adolescencia y la plenitud, ha pasado una vida. Así que salen recuerdos de infancia, mi vocación, el poder, la soledad...


-¿Hace una terapia pagada?

-No sé. Yo creo en las terapias, pero si tienes problemas y logras que los demás vayan a hacer una buena terapia, los problemas se acaban. Eso en la familia funciona, yo los mandé a ellos y me funcionó.


-¿Y qué es lo que ha cambiado desde que tenía tu propia orquesta de señoritas en el Paral·lel?

-Ha cambiado en que el público es cada vez más exigente y uno también. En la época de mi Orquesta de Señoritas, que un tío saliera vestido de señora, era un poco trasgresor. Hoy transgredir pasa por fumar en un sitio donde no se pueda. Pero yo nunca fui un trasgresor, más que provocar, seducía.


-¿Alguna vez le han censurado?

-No, porque trabajo sin director y soy bastante respetuoso... Pero sí me han copiado. No me salieron imitadores como a Boris Izaguirre, quizá porque todavía no estoy en la categoría de famosísimo a ser imitado, pero sí me pasó que actúe en el Teatro Principal de Zaragoza –un solo día, un éxito- y me viene una señora, me espera y me felicita y me dice: que pena, yo conocía todo lo que usted ha dicho, porque hay un local en el que un chico hace el espectáculo igual de principio a fin, con las mismas canciones, canta, incluso mejor que usted. ¡Qué le vamos a hacer...!


-¿Te fuiste de Argentina porqué ya temías lo que iba a pasar?

-Tuve una visión. En el 73 con el regreso de Perón hubo una gran matanza en el aeropuerto y se vio por la tele. Me dije: "me huelo que aquí empieza el desastre", y no me equivoqué.


-¿Por qué decidió actuar?

-La vocación era muy clara desde la infancia, veía películas porque en el pueblo no podía ver teatro y ya me hacía mis películas y mis teatritos y a los 17 marché a la ciudad con la excusa de empezar una carrera, qué va, me fui al teatro. A partir de los 19 hasta hoy he subsistido.

-¿Y cómo nació su personaje femenino?
-Eso fue casual. Llegué aquí en pleno destape y se empezaron a abrir sitios con travestís, transformistas y a mí me encantó. Me avisaron que se abría un sitio en Madrid que se llamaba Gay Club. Ahí salían chicos que iban de Liza Minelli o la Dietrich. Yo por más que lo intenté no tenía dotes de imitador, así que me inventé un personaje de auténtica.


-¿Te has cansado de tacones y maquillaje?

-Si toca hacerlo, se hace. Lo que pasa es que hay edades en las que no te puedes recargar de maquillaje porque un viejo pintado es una cosa muy patética. Sólo mínimos.


-En Oíd Mortales te enfrentabas a la muerte, en éste, ¿hay alguna reflexión entorno al tema?

-Reflexiono sobre lo importante que es sobrevivir y sobre la vejez, ¡que no es tan mala! Se pone tan contenta la gente mayor. No es tan malo si tenemos en cuenta la alternativa que te queda... Los jóvenes es difícil que puedan entender que, con el tiempo, estamos preparados para sobrevivir a todas las desilusiones y que la felicidad de uno jamás depende de otra persona. La infelicidad, casi siempre. De todo esto te das cuenta cuando ya eres un superviviente.


-¿Y qué hay de las quejas que me decía al principio?

-La quietud casi permanente últimamente de mi dormitorio... Detesto a la gente cuerda, la que dicta formas de vida y se casa con otra cuerda y educa cuerdamente a los cuerditos... Me dan miedo. Estoy harto de amigos falsos, de enemigos sinceros... Hay todo un listado.


-Ya que la cosa va de confidencias, hágame una.

-Todas estas reflexiones sobre la vejez las hice a partir de algo que hago de vez en cuando. Me voy con un amigo con una guitarra a centros de viejecitos y los entretenemos un rato y nos dicen cosas. Los escucho, estoy con ellos.


-¿No se sorprenden de verte allí?

-No, siempre voy a los mismos. Mira, esto creo que no lo conté nunca.

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