- Feroz embestida de la familia ‘gay’
- El Diario, 2007-02-25 # Luis Ochoa Minjares
En nuestro comentario editorial del miércoles pasado nos tomamos la libertad de tocar uno de los candentes temas que ocupan la atención de la opinión pública no solamente nacional, sino internacional, o sea la proliferación de la homosexualidad, el lesbianismo y la pederastia y su exigencia de que se les oficialice o legalice de algún modo su condición dentro de la sociedad.
La reacción a tales comentarios no pudo ser más inesperada y feroz. No menos de noventa y dos llamadas telefónicas desaprobando y condenando tales comentarios. Una docena de mensajes y correos electrónicos llenos de insultos e improperios y hasta dos o tres amenazas de muerte. Y en realidad, si se relee tal artículo editorial, no se encontrarán motivos suficientes para semejantes reacciones de la familia “gay” y demás.
Míster Franz, por ejemplo, lanza de su ronco pecho la siguiente pregunta, esa sí, llena de intolerancia: “¿Cómo puede ser posible que en este diario se publiquen notas tan homofóbicas e intolerantes como la escrita por el pseudo periodista Luis Ochoa Minjares, en una nota publicada el miércoles bajo el título de “Homosexualismo, lesbianismo y pederastia”?
Doña Ileana Zepeda Esparza, por su parte, por lo menos está de acuerdo en que “la pederastia es una aberración porque tengo sobrinos pequeños, excluyendo un poco eso, la preferencia sexual de cada uno de los ciudadanos juarenses no es competencia del señor Ochoa Minjares. Respeto la opinión de éste, sin embargo, hay maneras más sutiles de expresar su sentir y su evidente homofobia”.
A su vez don Tony Payán de
El tema no lo abordamos por capricho o, como dicen los voceros gay, por homofobia u odio a quienes, por caprichos de la naturaleza o perversión de la conducta sufren sus extravíos sexuales que los hacen diferentes a la mayoría de los seres humanos. Lo tocamos porque periodísticamente es un asunto de gran envergadura que está en el primer plano de la actualidad. Así lo comprueban cuatro hechos fundamentales que ningún comentarista ni ningún medio de comunicación colectiva puede eludir.
Primero, el líder moral del Partido de
Segundo, el Senado de
Tercero, el problema de la homosexualidad y sus consecuencias como la propagación del sida, es un asunto que ya se debate en la misma Suprema Corte de Justicia de
Y cuarto, los tribunales penales de los Estados Unidos de Norteamérica ventilan la grave denuncia que pesa sobre el jefe de la iglesia católica mexicana don Norberto Ribera Carrera a quien acusan de proteger sacerdotes pederastas que han abusado de cientos de niños inocentes y contribuido así a difundir las enfermedades que proliferan en las prácticas homosexuales.
No es pues el tema un asunto de poca monta, si se considera que las consecuencias de esos desvíos sexuales del ser humano, irremediablemente conducirán hacia el exterminio y desaparición de la especie humana.
Y preocuparse y ver por el futuro del género humano, no es ninguna expresión de homofobia, sino por el contrario, preocupación que debieran compartir todos los hombres y mujeres del planeta, incluyendo a homosexuales, pederastas y lesbianas.
El colega don Oscar Piñón, reportero de uno de los diarios de la capital del Estado caracterizado por su añejo conservadurismo, sorprendió a medio mundo con un documentado reportaje en cuya parte final enumera todas y cada una de las prácticas sexuales y aberraciones, así como los peligros de contagio obligado del sida, la cirrosis, el herpes y demás consecuencias de la violación de las leyes de la naturaleza y del mandato divino que dice “creced y multiplicaos”.
El tema pues, ha dejado de ser un tabú intocable e innombrable, para ponerlo en el tapete de la discusión obligada y sana, y buscar las mejores soluciones sin que se entienda la preocupación por el futuro del ser humano como un acto de discriminación y desprecio por quienes militan en las filas del homosexualismo, el lesbianismo y la cruel e inhumana pederastia.
Por lo demás, resulta monstruoso e inconcebible calificar de homofobia la preocupación por la proliferación del sida en forma incontrolada, por la indescriptible explotación sexual de la infancia y la niñez, y sobre todo, por la amenaza que pende sobre el género humano.
Homofóbicos pues, son quienes quieren acabar con el ser humano sobre la tierra evitando su reproducción y difundiendo enfermedades incurables.
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