2007/02/27

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  • Entrevista: José Esparza · Coordinador del Programa de Vacunas de la Fundación Bill & Melinda Gates
  • "Sería una tragedia que existiera una vacuna del sida sólo para países ricos"
  • El País, 2007-02-27 # Rafael P. Ybarra


Más de veinte años en la Organización Mundial de la Salud (OMS) le capacitan para analizar este organismo desde dentro. Ahora, tras haber coordinado la Iniciativa de la OMS-Onusida para la obtención de una Vacuna para el Sida, José Esparza se ha trasladado a la Fundación Bill & Melinda Gates, desde donde continúa trabajando, no sólo en la búsqueda de la ansiada vacuna, sino de los mecanismos para que pueda distribuirse en los países más pobres. "Cuando me dicen que necesitamos una vacuna para el sida en los países en vías de desarrollo, yo siempre digo que necesitamos una vacuna para el sida. Punto. Sería una tragedia que hubiera una vacuna sólo para los países ricos", dijo en una conferencia en el hospital Carlos III de Madrid.


Pregunta. Tras 20 años en la OMS, ¿cómo la definiría?
Respuesta. Hay una frase que se usa en África que se puede aplicar a la OMS. "Si quieres ir rápido, camina solo; si quieres ir lejos, camina en grupo". En la OMS nada sucede de forma rápida, pero lo que acontece es por el consenso de todos sus países miembros. Por ejemplo, a finales de este año se van a publicar los resultados de eficacia de la segunda y tercera pruebas de vacunas contra el sida. La OMS ya ha iniciado un proceso que sólo este organismo puede hacer, que es reunir a las compañías involucradas, a los responsables de los países implicados y las organizaciones capaces de distribuir la vacuna cuando esté disponible. Ni la Fundación Gates ni las compañías farmacéuticas tienen la legitimidad para decidir qué hacer; hace falta un consenso internacional, y eso es tarea de la OMS y Onusida.


P. ¿Qué diferencias ha encontrado entre trabajar en un organismo público, como la OMS, a hacerlo en la Fundación Gates?
R. Es diferente, aunque la motivación básica es la misma: trabajar para el control de una epidemia. Bill y Melinda Gates son dos personas increíbles; cuando ambos fueron a África se dieron cuenta de que la gran mayoría de las personas no tiene acceso a necesidades básicas en educación o salud. En una ocasión se estaba hablando de la diarrea causada por rotavirus, una enfermedad que cada año mata más de 800.000 personas en todo el mundo, y Bill preguntó, "¿rota qué?, ¿cómo es posible que haya algo que mata 800.000 personas al año y yo nunca haya oído hablar de ello?".


P. ¿Qué objetivos tienen?
R. Bill Gates utiliza un concepto que se denomina el azar de la geografía del nacimiento. Él mismo se cuestiona, ¿cómo es posible que el azar del lugar donde uno nace determine el futuro de una persona?. Esa desigualdad está definida, no por el esfuerzo o el trabajo del individuo, sino por el azar. Y los dos aspectos que más contribuyen a esas desigualdades son la falta de acceso a la salud y a la educación. Por eso son las dos prioridades. La fundación no se ve a sí misma como un organismo de fomento de la investigación, sino como un ente que trata de utilizar la fortuna de los Gates para resolver problemas graves.


P. ¿De qué forma colaboran con la industria farmacéutica y cómo resuelven el problema de las patentes de los fármacos?
R. Los programas de la fundación se dirigen a los países en vías de desarrollo. Cada uno de ellos está condicionado para obtener resultados en estas zonas. Se llama estrategia de acceso global. Y esto choca frontalmente con los investigadores, ya que ellos consideran que la financiación está para producir ciencia; nosotros también, pero además para que esa ciencia produzca beneficios en los países en desarrollo. Así, cada programa tiene una cláusula en la que los investigadores aceptan la estrategia de acceso global. Con ello no perseguimos poseer la propiedad intelectual, sino un compromiso legal para que la propiedad intelectual no limite el acceso en los países en desarrollo.


P. Pero no todo son ventajas...
R. Al ser una fundación sin fines de lucro tenemos limitaciones para financiar a la industria privada, pero tenemos que trabajar con ella. Por ejemplo, ¿quién hace vacunas? Desgraciadamente no hay infraestructura fuera de la industria privada que desarrolle vacunas. Así, si un laboratorio investiga un producto necesario para los países del Tercer Mundo y solicita nuestra colaboración, resulta muy complicado llegar a un acuerdo con las actuales leyes en EE UU. Se podría hacer, pero con la condición de que nuestra inversión no revierta en beneficio de la industria privada.


P. Pese a estas limitaciones, ¿cómo trabajan en vacunas?
R. Trabajamos con "pinzas legales", es decir, los receptores de nuestros fondos deben ser Gobiernos u organismos oficiales. Los contratos son de dinero por servicios. Son limitaciones diferentes a las de la OMS, cuyo papel es el de ser un intermediario.


P. A la industria farmacéutica se le acusa de no haber invertido suficiente en la búsqueda de vacunas, no sólo frente al sida, sino frente a otras patologías como la malaria. ¿Cree que es así?
R. Las patentes son necesarias porque sin ellas el sector privado no hubiera desarrollado muchos fármacos necesarios. Es un sistema en el que el sector privado tiene que tener beneficios, en donde las patentes son esenciales. Pero es bueno que haya un debate entre las compañías farmacéuticas y países como India, Brasil o Suráfrica. Desde un punto de vista de justicia social global, no es posible que el conocimiento que el mundo ha generado se esté utilizando sólo para resolver el problema de unos pocos. La confrontación es inevitable y ambos deben trabajar con el sistema que tenemos para que se puedan beneficiar los países en desarrollo. Personalmente me satisface esta controversia, pero las cosas nunca son blancas o negras.


P. ¿Cómo está la investigación en vacunas para prevenir el sida?
R. Debemos definir en primer lugar el nivel de eficacia de la vacuna y ello depende de las pruebas que se hagan. Las actuales no están diseñadas para un 30% de eficacia, sino para un 50%. Una vacuna de un 30% de eficacia no sería apropiada para ser utilizada en programas de salud pública. Los dos ensayos cuyos resultados se darán a conocer este año se han diseñado para aportar datos de una eficacia del 50%.


P. ¿Es suficiente un 50% de eficacia para justificar su uso?
R. Resulta difícil responder. Una vacuna con un 50% de eficacia tendría un efecto beneficioso en términos de salud pública si se utilizara en una población, por ejemplo, con alta incidencia de infección o dificultad de acceso a otros sistemas de prevención.


P ¿Qué tipo de vacuna podemos esperar? ¿Es válido el concepto de vacuna universal en el VIH?
R. Puede ser la misma vacuna, pero con un uso diferente, como ocurrió con la vacuna de la hepatitis B, que tardó 20 años en ser universal. Todo el mundo piensa, y yo también, que una vacuna para el sida debe ser universal.


P. Si se logra, ¿va pasar lo mismo que con el acceso a otros fármacos?
R. Financiamos proyectos de vacunas y nos preguntamos cómo se distribuirían. Es un problema real que plantea dos escenarios: que haya una vacuna que se use sólo en los países ricos, como pasó al principio con la primera vacuna de rotavirus, que sólo se usó en EE UU; o una vacuna que sólo sea útil en los países en vías en desarrollo, algo que no tendría sentido para la industria farmacéutica. Habría que introducirla de forma simultánea en ambos escenarios. ¿Se imagina que existiera una vacuna contra el sida con cierta eficacia contra el subtipo B [mayoritario en África], se introdujera en EE UU y que, porque no se puede producir en grandes cantidades, se limitara su uso a la población donde va a tener menor impacto? Esto es posible, aunque no creo que ocurra porque las consecuencias, políticas y para la industria farmacéutica, serían inmensas. La industria ya ha aprendido. Si sale una vacuna contra el sida, el mundo no va a consentir que no sea universal.

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