2007/10/04

> Elkarrizketa: Ivan Garde > "LOS TRANSEXUALES RECLAMAMOS QUE SE RESPETEN LAS INDIVIDUALIDADES Y LA LIBERTAD"

  • Iván Garde · Presidente de la Asociación Navarra de Transexuales Ilota Ledo
  • “Los transexuales reclamamos que se respeten las individualidades y la libertad”
  • Diagonal, 2007-10-04, n. 62 # June Fernández · Bilbao


El colectivo Ilota Ledo trabaja por las reivindicaciones del colectivo transexual, desde la cobertura de todo el proceso de reasignación sexual por la seguridad social a una legislación que vincule a todas las administraciones.


DIAGONAL: ¿Cómo es el proceso de asumir la transexualidad?

IVÁN GARDE: Al principio interaccionas como niño. Cuando empieza la negación de que ése no es tu grupo, creas una identidad artificial. Sabes que te pasa algo, pero nadie te ayuda a ponerle nombre. Cuando un detonante hace aflorar todo, intentas compensar los años de inexistencia. Explicar que no han socializado contigo sino con una idea de ti que no se corresponde con tu realidad es lo más difícil. Gracias a la hormonación se consigue que lo visualicen y a partir de ahí es todo más fácil, pero siempre hay resistencias de gente que se empeña en relacionarte con una imagen falsa de ti. Cuando es alguien ajeno, le ignoras, pero si es de la familia es más duro porque tienes que renunciar a él. Mi hijo un día me soltó: “tú antes eras una chica” y le dije que sí. Con los niños es muchísimo más fácil, lo llevan todo a su lógica.


D.: ¿Cómo es que aún no hay respuestas científicas serias?
I.G.: Los científicos son muy genitalistas y consideran una patología mental todo lo que no encaja. La tendencia ideológica mayoritaria es ofrecer atención paliativa, parches para que nos sintamos mejor, cambiar nuestra biología desde la convicción de que somos algo erróneo. Las teorías que van en contra de lo establecido no salen adelante. La estructura bipolar de la sociedad contrasta con que en la naturaleza existe la transexualidad, y con la evidencia de que en dos críos pequeños no se distingue el sexo, por lo que gran parte de la construcción del género es cultural. La ambigüedad es un valor. Reclamamos que se nos reconozca no como tercer sexo sino como variación de la sexuación de la especie y que, a partir de la igualdad, se respeten las individualidades y la libertad personal.


D.: ¿Es la operación genital la más trascendente?
I.G.: No es lo que define a la persona: la prueba es que muchas mujeres transexuales están operadas y no se les reconoce como mujeres. En esta sociedad prima la imagen, y esta la proporcionan las hormonas. Dependiendo de la persona, con las inyecciones a partir de los tres meses se perciben los cambios, y el cambio radical se da entre seis meses y un año. La barba tarda unos cinco años en aparecer. La operación de pechos también es importante porque es uno de los rasgos que más se aprecia. Presenta complicaciones porque, aunque todos dicen que es sencillo, pocos cirujanos lo saben hacer.


D.: ¿Cómo se toma la decisión de realizar la operación genital?

I.G.: Es un proceso muy largo. Estás sometido a los principios y valores que te imponen y lo primero que piensas es “mis genitales tienen que ser de chico”. Luego te das cuenta de que no es un rasgo definitivo y cuando descubres las hormonas deja de ser una necesidad. Para relacionarse sexualmente hay alternativas protésicas. Desde la asociación recomendamos no operarse hasta no llevar una vida plena como hombre porque la operación no cubre las expectativas. Las operaciones exigen baja y complicaciones postoperatorias incluso para toda la vida, como problemas para orinar y de vejiga en el 90% de los casos. En las relaciones sexuales también se pierde la sensibilidad al menos durante dos años y nunca se recupera al cien por cien.


D.: ¿Cómo es la atención sanitaria?
I.G.: Hay muchos endocrinos pero no te atienden como deberían. El motivo es ideológico: no aceptan que la transexualidad no es una patología. Te tratan como un bicho raro, te sientes incomprendido y despreciado. Se limitan a cubrir el expediente, o alegan que el proceso no está incluido en la seguridad social para lavarse las manos. Eso no es del todo cierto porque no está específicamente incluida en el catálogo de prestaciones pero tampoco está excluido. Si se regulara por ley, podría existir la objeción de conciencia pero no sería tan sencillo recurrir a ella.


D: ¿Y la atención psicológica?

I.G.: La mayoría de los profesionales no se niegan a atender a transexuales, pero muchos les intentan comer el coco. Nos han llegado muchísimos casos así: les diagnostican doble personalidad, principio de Peter Pan, traumas infantiles, y todo tipo de patologías freudianas. Si la persona no es suficientemente madura, se le puede provocar una patología real. Por eso reivindicamos que la transexualidad se estudie en la carrera no como patología. Algunos profesionales también quieren cumplir el protocolo Henry Benjamin [también conocido como la prueba de la vida real] que consiste en enfrentarse a la sociedad como hombre durante dos años antes de dar el consentimiento para iniciar la hormonación. La excusa es tomarlo como una prueba para evitar que la persona se arrepienta. Estamos en contra porque nos parece mucho pedir. Qué menos que ayudarnos con las hormonas.


D.: ¿Qué deficiencias presenta la nueva Ley de Identidad Sexual?
I.G.: Durante los dos años de tratamiento tendría que haber la posibilidad de cambiar el nombre, al menos. Además, es discriminatorio que la ley no acepte a las personas transexuales extranjeras, aunque tengan papeles. Pedimos que, si no en su documento del país de origen, en el registro de España se muestre la identidad real. Las instituciones prometieron regular la situación de los menores, pero no confiamos en que lo hagan. Con consentimiento de los padres hay chicos de 14 o 15 años que están siendo hormonados. Sin él, sólo pueden acceder a terapia, porque los profesionales no les atienden para no buscarse problemas.


D.: ¿Qué opinas de que se utilice la disforia de género (profunda inconformidad con el rol de género que le toca vivir) para definir la transexualidad?

I.G.: Es un problema de base de la ley, porque implica un diagnóstico y, por tanto, asume que la transexualidad es una enfermedad. La disforia es simplemente un síntoma que no presentan todos los transexuales. Nos niega el derecho fundamental del libre desarrollo de la personalidad, obligándonos a aceptar un género construido por la sociedad.

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