2007/08/08

> Berria: Arrazakeria > TINTIN NO ES RACISTA, PERO SI DE DERECHAS

  • Tintín no es racista, pero sí de derechas
  • Para los dibujantes de cómic del mundo, Georges Rémi, alias Hergé, es casi un padre espiritual. Perfeccionista y metódico, el artista belga creó a Tintín en 1929. Sus aventuras han alegrado a niños y mayores desde entonces, pero tras la apariencia ingenua del personaje se esconde el conservadurismo de su autor, que acabaría convertido en desencanto
  • ADN Mundo, 2007-08-08 # Yago García
La primera aventura de Tintín, En el país de los Soviets (1929) fue creada por orden del periódico católico Vingtième Siècle como propaganda anticomunista. Inspirado en las andanzas del militar Paul Rémi, hermano del artista, el cómic presentaba a la Unión Soviética como un infierno donde la población se muere de hambre mientras los jerarcas del partido acumulan víveres, y donde la GPU (policía política antecesora del KGB) impone su ley de terror. Aunque años después muchas de las conjeturas de Hergé se revelarían como ciertas, no hay que olvidar que la intención de los primeros álbumes era abiertamente adoctrinadora.

Este propósito se repetiría al año siguiente en Tintín en el Congo, otra pieza de propaganda destinada a alabar la labor civilizadora de Bélgica en su colonia africana. A lo largo de diversas aventuras, el cómic presenta a los nativos como seres infantiles que imitan de forma ridícula las modas europeas y necesitan la guía de Tintín, aquejado aquí de lo que Kipling llamaba la carga del hombre blanco: el deber de imponer sus conocimientos a naciones "menos civilizadas".

Este punto de vista se repite en las siguientes entregas, con los indios supersticiosos y brutales de Tintín en América (1931) y el Egipto de Los cigarros del faraón (1932). En 1935, el contacto con el estudiante chino Chang Chongjen, con el que se entrevistó para documentar la historieta El loto azul , supuso en palabras del propio Hergé un cambio radical en su visión de las culturas no europeas.

El retrato de la China de entreguerras realizado por el artista en este álbum supone uno de los primeros estudios culturales serios plasmados en un cómic e incluye una mirada crítica al imperialismo japonés en el sudeste asiático, pujante entonces.

Sospechas de colaboracionismo
En 1939, el estallido de la II Guerra Mundial pone a Hergé en una de las situaciones más complejas de su vida. La historieta en la que trabajaba por entonces, Tintín en el país del oro negro , presenta a un Tintín enfrentado por igual a perversos jeques árabes, a las tropas inglesas y a terroristas judíos que exigen la creación de Israel. La ocupación alemana de Bélgica (1940) no le obliga a interrumpir su trabajo, pero sí hace aconsejable interrumpir la historia y comenzar otra, El cangrejo de las pinzas de oro, primera aparición del borrachín capitán Archibald Haddock y su repertorio de insultos.

Después de la guerra, el dibujante será arrestado seis veces por sospechas de colaboracionismo con los rexistas (fascistas belgas) y los nazis. Por más que la investigación no arrojase resultados, el líder rexista León Degrelle llegará a escribir un libro titulado Tintin mon Copain ("Mi amigo Tintín", 1992) en el que afirma haber servido de modelo para crear al personaje, algo que nunca se pudo demostrar.

Cuando Hergé adaptó las primeras aventuras de Tintín para su publicación en color (1946) introdujo cambios de importancia: la exaltación del colonialismo de los álbumes de los años 30 desaparece o se ve muy atenuada, y el autor llega al extremo de no autorizar la reedición de El país de los soviets.Historias posteriores como Tintín en el Tibet (1959) o Las joyas de la Castafiore(1961) ofrecerían una visión inusitadamente positiva de etnias como los gitanos o los sherpa del Himalaya, pero vistas siempre desde una perspectiva paternal y no exenta a veces de burla.

Georges Rémi, alias Hergé, murió en 1983 sin concluir el álbum Tintín y el Arte Alfa . La última entrega publicada de las andanzas del reportero, Tintín y los Pícaros (1976) presentaba una visión desencantada y amarga de una revolución en la ficticia república centroamericana de San Teodoro . La perspectiva es más realista que en las otras entregas (reflejando el papel de las multinacionales americanas como promotoras de la revuelta, por ejemplo) y la última viñeta nos muestra que el cambio de poderes no ha traido ninguna mejora al país. En las últimas historias de Hergé ya no había sitio para buenos ni malos.

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