- En Murcia, familias como Dios manda
- El Mundo, 2007-07-29 # D. Canellada · J. Escribano
Una familia como Dios manda, con un padre y una madre unidos en matrimonio, preferiblemente con muchos vástagos y todos con nombres del santoral cristiano. Eso es lo que gusta en Murcia. El último auto de Fernando Ferrín Calamita, juez titular del Juzgado de Familia número 9 de la capital, en el que niega la custodia de dos niñas a una madre por ser lesbiana viene a corroborarlo. Pero ni este auto ni este juez son los únicos escollos que encuentran en Murcia las familias que no se ajustan al modelo más tradicional. El divorcio tampoco parece bien visto e inscribir a un hijo en el registro civil puede ser una odisea si se trata de poner nombres extranjeros o la madre está separada.
Ahí están, por ejemplo, Patricia D. e Iván P., dos vecinos de la pedanía de El Palmar que tuvieron serias dificultades para inscribir a su hijo recién nacido -e ingresado en una unidad de cuidados intensivos en el momento del trámite- porque ella estaba divorciada de su anterior marido y aún no casada con Iván. A Antonio Martín Ferradal, el juez responsable del registro civil murciano, no le bastaba con el reconocimiento de paternidad de la nueva pareja de Patricia. Sólo después de un exhorto en el que su ex marido negaba ser padre del crío y de una queja ante el Tribunal Superior de Justicia de Murcia (TSJM) el pequeño Adrián quedó registrado, semanas después de su nacimiento. Curiosamente, Patricia e Iván ya habían tenido un hijo antes al que habían inscrito, sin ningún problema, en el registro de Alicante.
Ferradal acumula un buen número de quejas, aunque ninguna tan sonada como la que a su colega Calamita le puede acarrear una importante sanción. El Consejo General del Poder Judicial le ha abierto esta semana expediente por falta grave por el polémico auto, dictado el pasado 6 de junio. Si, finalmente, se determina que incurrió en falta grave, Ferrín Calamita podría ser castigado con una multa de 3.000 euros. Si en el curso de las investigaciones se detecta la comisión de alguna otra falta muy grave, se le podría retirar de la carrera judicial. «Es el ambiente homosexual el que perjudica a los menores y que aumenta sensiblemente el riesgo de que éstos también lo sean», afirma, entre otras cosas, Ferrín Calamita en el escrito, relativo a un caso de divorcio.
No es la primera vez que Calamita choca con una pareja homosexual. El juez lleva casi un año dilatando el proceso para que una mujer adopte a la hija de su pareja lesbiana. El abogado de estas mujeres, José Luis Mazón -conocido por haber denunciado al PSOE por incumplimiento del programa electoral o a José María Aznar por aceptar una medalla del Congreso de EEUU- ha presentado esta semana un escrito de recusación contra el juez por prejuicios contra los homosexuales y ha solicitado su jubilación anticipada.
Ferrín Calamita, de 49 años y padre de siete hijos, es, además, conocido entre los abogados murcianos por «presionar con insistencia», en palabras de un letrado, a los cónyuges que se quieren separar para que no lo hagan y, por incluir en la sentencia, si finalmente no logra disuadir a la pareja, la coletilla de que la separación «es efectiva ante
Responsable de uno de los dos juzgados de familia de Murcia, en 2006 pasaron por su despacho 1.350 casos. Según la memoria del TSJM del año pasado, el de Calamita, que actualmente se encuentra de baja, es uno de los juzgados murcianos con menos causas pendientes.
Igualmente discutido, Martín Ferradal, de 64 años, también se lo pone difícil a las familias que se salen un poco de cierto guión. No son ya sólo los divorciados como Patricia D. El juez del registro, movido acaso por un exceso de celo, no llega a imponer los nombres de los niños, pero en algunos casos obliga a los padres a toda una gincana burocrática si el nombre no está en el santoral.
Bien lo saben los inmigrantes (un 12,3% de la población murciana). Aunque los nombres comunes árabes empiezan a ser aceptados, muchos musulmanes han tenido que registrar a sus hijos tirando de tradición cristiana. Ante las continuas quejas de extranjeros, el juez llegó a asegurar al periódico La opinión de Murcia que él conoce «exclusivamente» las leyes españolas y son las que aplica.
El senegalés Sidati Sow sólo logró inscribir a su hijo como Alpha Ibraim -el nombre de su padre- tras dos visitas al consulado de su país en las que recabó documentos que acreditaban que ambos nombres son comunes en Senegal y no resultan ridículos. Otros, como la ecuatoriana Rosi Vaneasa, que quería llamar a su crío Mike o John, acabó optando por David ante las dificultades.
También se las ha visto con excentricidades como la del hombre que quería llamar a su hijo «g». Ferradal, lógicamente, no lo permitió. Pero tampoco permitió Julieta. Los padres acudieron a las raíces latinas del nombre -significa hija de Julio- y encontraron ermitas consagradas a Santa Julieta en España y en Italia, pero el juez dijo que era un diminutivo y se inscribió a la pequeña como Julia. Curiosamente, dos semanas después, el registro civil de Murcia admitió la inscripción de una Julieta.
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