- Tarea pendiente
- El Diario Vasco, 2007-12-01 # Editorial
La conmemoración hoy del Día Mundial del Sida ha de servir de esperanzador recordatorio de los avances conseguidos para frenar la expansión de la epidemia, disminuir sus mortíferas consecuencias y favorecer la comprensión social de una enfermedad que padecen 33,2 millones de personas en todo el planeta. Pero el reconocimiento de los logros alcanzados en la prevención del mal y en las terapias que tantas vidas han ayudado a salvar debe actuar, ante todo, como imprescindible acicate para seguir combatiendo el virus y las fuertes desigualdades que provoca su contagio. Aunque el impacto del sida es global, el compromiso para hacerle frente dista de ser igualmente común y eficaz. La constatación de que dos tercios de la población afectada carece del acceso a los tratamientos demuestra que la epidemia se ha convertido en un nuevo elemento de condena para los países más pobres. La insuficiencia de las terapias en el Tercer Mundo contrasta con los progresos logrados en los países desarrollados. Sin embargo, ese innegable éxito no puede conducir ni a comportarse con descuido en las conductas de riesgo, ni a eludir la propia responsabilidad en la detección precoz del virus. Se calcula que los contagios podrían reducirse en España un 30% si todas las personas infectadas contaran con el diagnóstico de que lo están. Una cifra tan relevante exige intensificar las campañas institucionales, pero también un mayor arropamiento social que evite la discriminación que, aún hoy, se asocian al virus.
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