2007/11/20

> Erreportajea: Artea > ANDALUCIA: ARTE INTERNACIONAL EN LA COCINA DE LORCA

  • Arte internacional en la cocina de Lorca
  • Pintores, músicos y escritores evocan al poeta granadino en su retiro de la Huerta de San Vicente
  • El País, 2007-11-20 # Jesús Ruiz Mantilla · Granada


Probablemente Lorca hubiese encontrado la metáfora perfecta. El latigazo poético que definiera ese zumbido incesante de los coches que circulan como rayos por la carretera que rodea hoy su casa de La Huerta de San Vicente. Los 31 artistas que han participado en Everstill, la exposición -o el show, como lo denomina su comisario, el suizo Hans Ulbrich Obrist- que a partir del próximo sábado puede disfrutarse en ese santuario granadino que es la casa de retiro del poeta, también lo han hecho. A su manera han decorado con obras plásticas, música y palabras inspiradas en él los espacios más íntimos de su vida.


Que la voz de Federico García Lorca es universal y legendaria queda patente en la lista de artistas de todo el mundo que han querido participar en esta convocatoria: europeos, americanos, asiáticos… Que su figura se contempla como una leyenda cercana, próxima y muy viva, también se desprende de las obras. Si no, resulta difícil explicar el atrevimiento de propuestas como la de los británicos Gilbert & George. Ambos se han acostado en la pequeña cama de Lorca, que conserva intacta su discreta estructura de madera frente al magnífico escritorio que preside la habitación, para inmortalizarse en una foto elegantemente titulada In bed with Lorca.


Para Obrist, la propuesta de Gilbert & George, que acudirán el jueves a la presentación de la muestra en Granada, más que una provocación “que lo es, porque si no, no tendría el valor que tiene” es una pieza que va más allá: “Para mí es una reflexión sobre la muerte, algo muy comprometido”, comenta el comisario. Y es que es imposible escapar de esa sensación en la casa de La Huerta. Quizá porque, al mismo tiempo, el lugar está lleno de vida. De vida detenida. De vida interrumpida. Con los utensilios, la decoración, los artilugios, las vajillas, las cuberterías y los manteles y los paños de ganchillo intactos, “como los hizo mi abuela”, comenta Laura García Lorca, gran impulsora de todo el proyecto.


De ahí todo el poder de un lugar único. Dotado de una fuerza que llama a la evocación y al escalofrío. A transitar sus pasillos rodeados de fronteras, como la que propone Cristina Iglesias. La artista donostiarra ha elaborado un panel, una pared en relieve que ha colocado justo en la habitación de enfrente al dormitorio del poeta y en la posición en la que él lo vería desde su cama: “Los bajorrelieves forman un camino con luz que se vislumbra”, define Cristina Iglesias su obra mientras espera sentada en un banco de La Huerta a que la instalen. “Tumbado sobre la cama, podría ver ese sueño, dejarse llevar a un lugar de liberación”, comenta la artista.


Su admiración por Lorca no tiene fin. Por él y por ese milagro que fue la pertenencia a un grupo irrepetible. Un grupo cuya genialidad fue interrumpida por la barbarie. “Lo que más me llama la atención de ellos, de los Lorca, Dalí, Buñuel, fue su concepción rupturista e idealista del mundo, que fueron visionarios y vanguardistas, luchadores y rompedores, que toda su obra está atravesada por un grito de libertad”, añade.


Ella también ha querido formar parte de un grupo como el que ha reunido Obrist, bajo el impulso de la Fundación García Lorca y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), para rendir homenaje al poeta. La idea de recurrir a un comisario como él, que forma parte de la prestigiosa Serpentine Gallery de Londres, vino por anteriores propuestas suyas parecidas. Había decorado también la casa de Nietzsche y fue responsable del Museo Robert Walser. Su obsesión en buscar las conexiones del arte con la literatura son constantes: “En los últimos tiempos, la relación de las artes plásticas y la literatura se ha perdido. Se ha desarrollado más con la música, la moda y la pintura, mientras que la literatura se ha ido dejando de lado”, comenta.


Lorca es alguien que lo propicia. Obrist propone algo tan sencillo como explorar lo que él mismo hizo “fue poeta y dibujante” o que otros se animen a reencarnar aquella relación tan fructífera y tormentosa que él mantuvo con Dalí. Como ha hecho Tacita Dean, por ejemplo: “Enviará postales desde Cadaqués cada día de la exposición”, asegura Obrist. Así evocará la intensa aventura creativa que mantuvieron ambos desde que se conocieran en la Residencia de Estudiantes de Madrid.


Otros artistas han optado por caminos distintos y se ha buscado la variedad de estilos y de disciplinas. Enrique Vila-Matas participará con una lectura pública del texto La gloria solitaria el mismo sábado, día de la inauguración; Franz West ha elaborado una escultura tubular rosa chillona con imágenes de papel del poeta; Sarah Morris ha pintado un lienzo inspirado en el suelo de su habitación; Rivane Neuenschwander ha bordado una colcha con esos pájaros que el poeta dibujaba de dos cabezas; Pedro Reyes ha diseñado 10 botijos de cerámica con inscripciones de poemas en los que aparece la palabra agua; David Bestué y Marc Vives han ideado unos títeres para un teatrito que instalarán bajo su cama; Koo Jeong-A ha reproducido un traje con el que Lorca aparece en varias fotos; Dominique González-Foerster ha concebido una alfombra azul donde se colocan libros relacionados con el poeta; Anri Sala ha elaborado una fotografía inquietante que plantea de nuevo esa frontera entre lo que fue una vida triunfal y alegre y un final tan violento, tan trágico.


Es inevitable planteárselo. Ese juego negro, la obsesión por tanta desgraciada fatalidad. El lugar lo impone. Allí se trasladó Lorca desde Madrid cuando estalló la guerra. Allí supo que su vida corría peligro. Allí fueron a buscarle los Rosales para esconderle en su casa antes de que fuera a parar al barranco. “La casa tiene ese carácter de santuario. Los artistas han ideado trabajos muy respetuosos con el lugar. Te hace pensar en lo que Lorca representa para todos ellos. Es alguien mítico, un símbolo”, opina Obrist.


¿Y la música? La música la pone Enrique Morente, el cantaor más lorquiano y más profundo que uno puede encontrar para ponerle palmas y compases a la casa de La Huerta: “Yo conocí este lugar con la gente que lo guardaba”, asegura el cantaor. “Entonces, por Granada, de Lorca se hablaba en silencio”. Por eso, el maestro ha compuesto una banda sonora de 10 minutos que surge de una especie de túnel del tiempo. “He querido expresar los sonidos de ese silencio, precisamente”. Ha parido una música inquietante, misteriosa, fantasmal. “Algo que nos haga recordar que por ahí anduvo él, por esas habitaciones”, recuerda Morente.


  • Los creadores
  • Entre los 31 artistas que han participado en el proyecto se encuentran:- Cristina Iglesias- Franz West - Gilbert & George - Sarah Morris- Anri Sala - Pedro Reyes - John Giorno - Bestué & Vives- Cy Twombly - Enrique Morente

  • El refugio de 'siempretodavía'
  • El País, 2007-11-20 # Enrique Vila-Matas

Recuerdo haber pasado una gran tarde con Paula de Parma y Gonzalo Herralde en la casa de la Huerta de San Vicente, a finales de los años setenta, cuando la antigua residencia de verano ya no estaba habitada, pero seguía perteneciendo a la familia. No se me olvida que Laura García Lorca tenía las llaves y abrió la puerta, y recuerdo -toda la tarde parecía forjada para el recuerdo de una situación irrepetible- dos ventanas abiertas al sol invernal, un jilguero que cantaba, y aquel incierto rumor de maizales y de agua. En la casa se había detenido el tiempo. El piano, la cocina, la cama, ya sólo faltaba alguien planchando y la radio puesta. Todo parecía conservarse intacto, idéntico a como lo dejara el poeta en su última estancia. La Huerta había sido, explicó Laura, el santuario de la creación de Federico. Y parecía haberse convertido, a escala familiar, en el santuario del recuerdo más sagrado, aunque, al lado de tan grave sensación, circulaba la frescura de la tarde invernal y la impresión de estar sencillamente en la casa de una amiga. Y también recuerdo que terminamos enzarzándonos en la imposible reconstrucción del sereno paisaje que en otra época había rodeado el lugar y que el horrible crecimiento de Granada había literalmente destrozado.


Ni siquiera se me ocurrió pensar que un día volvería. Pero después lo he hecho en varias ocasiones, convertida ya la casa en un lugar que ha sabido conservar, en la energía del ambiente, la frescura original de aquella tarde. Sólo que ahora es un museo y para mí el recuerdo del recuerdo de una energía. El viernes, en la Huerta, en el santuario de la creación de Lorca, las circunstancias serán bien distintas. Hay un comisario suizo llamado Hans Ulrich Obrist. Y un lance artístico titulado Everstill / Siempretodavía, que va a convertir temporalmente la casa en un museo vivo que acogerá los trabajos e intervenciones de creadores como Gilbert and George, Tacita Dean, Franz West o Cristina Iglesias y la pareja artística formada por David Bestué y Marc Vives, todos ellos invitados a esta primera fase de la exposición que tendrá su continuación en el mes de mayo.


De mi intervención en Everstill / Siempretodavía sólo puedo decir que, si no he entendido mal, leo en el jardín, hacia el mediodía del sábado, un texto que habla de que siempre un verdadero artista es un solitario de sí mismo. Debido a que viajo al santuario de la creación de Lorca, he elegido para leer La gloria solitaria, que cierra Exploradores del abismo, mi último libro. Hablo en esas páginas del aislamiento, entre otras cosas tan necesario para crear. "El aislamiento es un componente indispensable de la felicidad humana", solía comentar Glenn Gould. ¿Y qué decir de Thelonious Monk, que en los últimos años dormía en un club nocturno de Boston debajo del piano en el que tocaba? Un día, mientras actuaba, se quedó inmóvil, presionando las teclas, sin sonido, durante tanto tiempo que, al final, sus seguidores abandonaron el escenario. Estaba oyendo algo que ellos no oían.


Debido a que invocaré a tan sublimes pianistas, quizás el texto debería leerse en el interior mismo del santuario, exactamente junto al piano de Lorca, pero lo haré en el jardín, desafiando el remordimiento que me sobrevendrá por no haberlo leído inmóvil ante el piano, presionando las teclas, con sonido o sin él, o con el sonido de campanas y respiraciones que me dicen que viaja con Enrique Morente a la Huerta y que recorrerá toda la casa y pasará hasta por debajo de la cama del poeta, donde, como si fuera la de Monk en aquel club de Boston, han montado Bestué y Vives un teatrito de insectos con robots que dialogarán sobre la vida y la muerte y muy especialmente sobre la sombra que le da a la casa el gran árbol sonámbulo.

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