2007/10/15

> Iritzia: Julia Otxoa > AMNESIA EN LA CONFERENCIA EPISCOPAL

  • Amnesia en la Conferencia Episcopal
  • Recuerda la autora, ante la próxima beatificación de mártires de la II República y la Guerra Civil, el papel que jugó la Iglesia
  • El País, 2007-10-15 # Julia Otxoa · Escritora

Según informa la Conferencia Episcopal, el próximo 28 de octubre los obispos españoles quieren llenar el Vaticano para reivindicar su especialísima y desconcertante visión de la Guerra Civil española, celebrando en la plaza de San Pedro de Roma la beatificación de 498 mártires españoles. España es cuna de mártires por excelencia, según la jerarquía eclesiástica. Los obispos manifiestan que la mayor persecución religiosa tuvo lugar en España durante los años de la Segunda República Española (1931-1939). Ante tal demostración amnésica será preciso recordar, aunque solo sea muy someramente, algunos datos históricos que manifiestan claramente que la Iglesia, en aras de preservar la ortodoxia católica, acabó con la convivencia pacífica de las tres religiones, cristiana, judía y árabe, florecientes durante la Edad Media, y que entre 1478 y 1834, período de vigencia del llamado Santo Oficio, la Inquisición contribuyó directamente a la ejecución de mas de 5.000 personas acusadas de herejía, brujería o demás causas, la mayor parte de ellas falsas. Y el número de procesados y torturados se elevó a más de 150.000, según consta en el Archivo Histórico Nacional.


Por otro lado, ante tal magno ejercicio de olvido, habría que subrayar que la Iglesia oficial española de 1936 no tuvo ninguna duda en apoyar el golpe de estado fascista contra el orden constitucional legítimo de la República democráticamente votado por todos los españoles. Y que muchos de esos sacerdotes que apoyaron lo que llamaban "la cruzada de Franco", dejaron una terrible huella en muchos pueblos navarros durante la guerra, actuando muy poco evangélicamente en sus delaciones y comandando en muchos casos los propios pelotones de fusilamiento contra pobres inocentes arrancados de sus casas ante los ojos de sus aterrorizadas familias, para ser luego fusilados y arrojados como ganado a las simas de la sierra de Urbasa.


A los obispos españoles habría que recordarles que el cumplimiento de los mandamientos es igual para todos, y que el "no matarás" también incumbía a quienes, alardeando de luchar en defensa de la religión, permitieron muchos actos de barbarie que ellos mismos decían rechazar. Habrá que refrescarles la memoria para decirles que muchos de los inocentes civiles asesinados gracias a las delaciones de la Iglesia, de aquella Iglesia al servicio de los militares golpistas de Franco, también eran hijos de Dios, y que todos ellos fueron víctimas de la sinrazón y la religión entendida, una vez, más como espada purificadora.


En ambos bandos habitó la barbarie, en ambas partes se cometieron atrocidades, y el hombre dejó en entredicho como siempre, su cuestionada condición de homo sapiens. Ante todo ello cabía esperar de la Iglesia un poco más de sensibilidad y rigor histórico. En cambio, los actuales obispos no tienen el menor reparo en mostrarnos una vez más, con la pomposidad y espectacularidad teatral que les caracteriza, su interesada y maniquea visión de la Guerra Civil, presentando todavía hoy como cruzada de salvación católica aquel terrible golpe de estado fascista que desembocó en la sangría de la guerra y posterior dictadura.


Y es que la memoria histórica de aquel terrible episodio debiera conllevar para la Iglesia, como ejercicio evangélico imprescindible, la comprensión, sensibilidad y voluntad de colocarse en el lugar del otro, no perdiendo de vista el carácter necesariamente ético en el relato de los hechos, a la luz del respeto a los derechos humanos y a la legalidad vigente en aquel entonces. Desde la aceptación de las múltiples angulaciones de la realidad y, lo que es más esencial, desde la aceptación de la culpa del dolor infligido directa o indirectamente, desde la conciencia de la repercusión de esos errores visionarios políticos o religiosos que a menudo llevan a los pueblos, al horror, la exclusión y el crimen.

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