- Los Simpson, homosexualidad en amarillo
- Sin ser apología homosexual, los amarillos habitantes de Springfield han tenido mucho que ver con la diversidad sexual como parte de su mordaz pero afable forma de ver la vida. Todo con mente abierta y sin hipocresías. Eso sí, con bastante diversión.
- Anodis, 2007-07-30 # Rafael Sánchez Zanella
Tras 20 años de éxito, la familia disfuncional –pero feliz– de Springfield, Los Simpson, llegan a la pantalla grande para hacer reír a los fans de esta serie original de Matt Groening, que con humor negro hace una mordaz crítica al estilo de vida norteamericano.
En su línea argumental no ha faltado el reflejo, a modo editorial y siempre con una moraleja, el tema de la diversidad sexual. Los Simpson,
Esta no es la reseña ni la crítica del filme, es el reconocimiento a su contribución a la visibilidad gay gracias a su puntual y efectivo sarcasmo que hace al modo en que los norteamericanos tratan a los homosexuales, y al mismo tiempo, sugiere que este núcleo de población debe ser, ni más ni menos, respetado y reconocido por sus derechos.
Nada es gratis. Las anécdotas de esta serie y sus personajes invitados, entre graciosadas y tonterías, también señalan los errores de la comunidad gay, como su tendencia hacia la frivolidad y su creación de estereotipos y guetos, mismos que repasa esta serie considerada como una de las más filogays de la pantalla chica.
La principal revista gay de los Estados Unidos, The Advocate, así lo reconoce, dándole a los amarillos personajes su portada de julio y en su artículo principal, a cargo de Will Doig, se puntualiza su enorme contribución para el mejor entendimiento, respeto y aceptación de la comunidad LGBT de ese país y del resto del mundo, donde se proyecta la caricatura, que hasta el momento tiene 18 temporadas, 400 episodios e innumerables reconocimientos.
Desde el principio de la serie animada, más dirigida a los adultos que a los niños, Smithers fue el primer sospechoso de gaycidad por su enfermizo sometimiento a su patrón, el maquiavélico señor Burns. Ni falta hace que confirme que es gay, pues responde a la mayoría de los estereotipos: solterón, delicado, bonito, solitario y vida secreta. Lo mismo besa a su jefe incidentalmente que lo adora en su computadora o en retratos, se ha sacrificado por él hasta la humillación, le ha confesado su amor con sutilezas e ironías, lo cela, es tu tapete y pañuelo y por si faltaran evidencias, vive en el barrio gay y tiene amigos de ambiente. Si fuera más explícito, Smithers perdería la principal virtud de un amor callado, y el productor y guionistas derrocharían el toque de misterio que daría la oportunidad –más adelante– de cacharlo en la movida.
Aunque Smithers fue el más obvio candidato cuando la producción advirtió hace tiempo que en la serie habría un personaje gay, no fue él. Quien se confesó lesbiana fue una de las hermanas solteronas eternas enemigas de Homero. La serie tiene más filones gays aparecidos en los últimos años, después del despropósito del “matrimonio gay” en Massachussets y ha ido más allá que la simple burla o humor pícaro de la irreverente South Park.
Desde hace un poco más de tres años, y como estrategia publicitaria exitosa, se especuló que en la serie había un personaje gay, pero al final, hubo más. Cuando surgió el rumor, los fans y la comunidad LGBT apostamos en automático a Smithers, pero la producción salió con la batea de babas de que no era un gay, sino una lesbiana: Patty Bouvier, la hermana de Marge y Selma.
Sin embargo, todos sabemos que Waylon Smithers es un gay armarizado que hasta el momento ha sido sacado al sol sutilmente. Su perfil es el del homosexual conservador y por ende reprimido y enamorado enfermizamente del único hombre disponible por su cercanía. Pero hay otros personajes bien o sospechosamente gays.
Empecemos con John –que tiene todos los rasgos del director gay John Waters–, el anticuario que se hizo amigo de la familia Simpson en el capítulo titulado “Homerfobia” y que despertó en Homero los fantasmas del prejuicio al suponerlo mala influencia para el adorable Bart, quien como inocentada infantil se puso peluca e imitó a Cher, uno de los íconos de la comunidad gay, se vistió con playeritas floreadas y agarró modismos sólo por imitar sin malicia a John, quizás en busca de otros modelos masculinos diferentes a la grotesca, nimia y bofa figura de su padre.
Homero entra en pánico al considerarlo mala influencia y maquinó estrategias para dar lecciones a Bart sobre lo que significa ser hombre: beber cerveza, fumar, eructar, excitarse viendo chicas, tener colegas supermachos de overol, que para desgracia del asustado padre, en la noche se convierten en más bonitas que ninguna en una fábrica de acero que al caer la noche se vuelve en disco gay. “Todo el mundo se volvió gay”, se lamenta Homero.
Después optó por la cacería de venados en pleno complot con sus burdos amigos para hacer hombrecito a Bart, y como moraleja el episodio demostró que aún el más marica de todos puede ser más valiente que cualquier machín de pacotilla, pues John salva a Homero y sus amigos de una muerte segura. La moraleja es clara: los gays son hombres y pueden ser más valientes que los “normales”. Al final Homero le hace saber a Bart que si resultara gay lo aceptaría y el pobre niño no tiene la menor idea de lo que su padre dice; su hermana Liza, fue quien interpretó la sospecha paternal.
La anécdota de las Acerías Ajax de América fue una puntada maravillosa de la producción: obreros fornidos, rudos y con apostura de machos, quienes al término de la jornada laboral se transforman en tremendos ositos cariñosos, leathers y en el clásico gay de ropa entallada y floreada, o muy masculino con bigotito y pelo en pecho. Trasforman la fábrica en disco gay y al ritmo de “Every Dance Now” todos los “machines” bailan muy al estilo Erasure y hacen tributo a la vida loca.
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