2007/03/12

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  • Igualitarismo o igualdad de oportunidades
  • La Semana, 2007-03-12 # Javier de la Rosa

Zapatero sigue creyendo que es posible cambiar la realidad por ley. Pero lo que no sabe o no le importa es que si sus leyes no se adecuan a esta, el resultado de sus acciones será la imposición jurídica de su personal idea de la realidad. Esto es lo que a lo largo de la historia hicieron los grandes dictadores y estados totalitarios. La única diferencia es que lo hicieron sin legitimidad y con absoluta impunidad. Ciertamente se trata de una gran diferencia puesto que la legitimidad de Zapatero para hacer lo que hace se la han otorgado las urnas, las mismas que podrán sancionar los desvaríos legislativos que ha protagonizado durante estos años. A las leyes de “matrimonio” homosexual, divorcio exprés, fecundación asistida, clonación, identidad sexual, la “doble-madre” aplicada por ley a las parejas lésbicas, la ley de educación para la manipulación de las conciencias y la ley contra la violencia de género hay que sumar la mal llamada “ley para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres”.


El mismo Zapatero hizo en el Congreso el pasado jueves esta afirmación: “Desde hoy, los españoles y las españolas somos por ley absolutamente iguales”. Sería fácil entender que Zapatero quiere decir que con esta ley, los hombres y las mujeres tendrán igualdad de oportunidades en lo social y en lo laboral y que se respetará su igualdad de derechos y obligaciones ante la justicia. Algo realmente loable y que cualquier persona de buena voluntad puede desear. Pero no interpretemos las palabras de Zapatero, porque lo que dice es exactamente lo que pretende: imponer por ley la absoluta igualdad de hombres y mujeres. Una vieja pretensión de feminismo radical que consiste en obligarnos a creer, asumir y aceptar que entre el hombre y la mujer no hay más diferencia real que el concepto lingüístico, el género, con el que como seres humanos deseemos denominarnos. ¿Que quiere usted llamarse hombre? Pues llámese hombre. ¿Que quiere usted llamarse mujer? Pues cambie por ley de identidad legal y crease por ello que ha cambiado de sexo. ¿Pero eso es imposible? dirán algunos. Si, pero esa es la idea de la que nos quieren convencer con leyes, sutilezas, casos particulares justificados y la machacona repetición de la mentira. Es la ideología de género, una aplicación de la lucha marxista de clases, que en vez de buscar el igualitarismo en lo económico, quiere eliminar una injusticia social que nadie niega, a través de una imposición de una mentira: que los hombres y las mujeres somos absolutamente iguales. Los genitales, la morfología física, la estructuración cerebral, el instinto maternal o paternal y muchas cosas que enriquecen y complementan las relaciones entre ambos son hechos insuficientes para quienes quieren imponernos lo que determina que un ser humano sea hombre o mujer. Por eso, por mucha ley que se apruebe, un concepto -el género- nunca sustituirá un hecho -el sexo-. Entre las terribles consecuencias de esta tergiversación está la imposición de la paridad en las listas de los partidos y los consejos directivos de las empresas. Algo que no sólo es una intromisión estatal en la gestión de la propiedad privada sino que elimina la meritocracia por la que la mujer o el hombre que más se esfuerce por obtener un puesto, pueda conseguirlo. Sí a las medidas que fomenten la igualdad de oportunidades entre hombre y mujer, no a la estupidez y a cerrar un agujero abriendo otro más grande.

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