2007/11/09

> Elkarrizketa: Eduardo Mendicutti > "LITERATURA GAY ES LA QUE REFLEJA UNA CULTURA GAY DE UN MODO U DE OTRO"

  • Eduardo Mendicutti: «No creo que hayan muerto los grandes relatos de la modernidad»
  • La Nueva España, 2007-11-09 # Santigo Esteso Martínez

Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948) ganó con su primera novela, Tatuaje (1973), el premio «Sésamo», y el «Café de Gijón» con Cenizas (1974). Su producción, originalísima y reconocida internacionalmente, abarca, además del volumen de cuentos Fuego de marzo (1995), las novelas como Siete contra Georgia (1987), El palomo cojo (1991), Los novios búlgaros (1993), Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy (1997), El beso del cosaco (2000), El ángel descuidado (2002), Duelo en Marilyn City (2003) y California (2005), con la que ganó el premio «Andalucía» de la crítica.


Síntomas reveladores de los tiempos posmodernos, las narraciones de Mendicutti dejan hablar a inquietantes individuos que desordenan, desde el ámbito de la literatura, el imaginario tramado en torno a la sociabilidad, la familia, la memoria, los afectos y la infancia. Contra las pesadas interdicciones socio-sexuales de la modernidad, sus personajes asumen sus cuerpos como territorios liberados del deseo y en su incansable parloteo sus iridiscentes voces se preguntan, y nos preguntan, qué multiplicidad de seres y sexualidades transitan entre un hombre y una mujer.


-¿Qué significan o han significado para usted los tiempos posmodernos?
-Un enriquecimiento intelectual y un nuevo campo de trabajo en el que ha encajado mucho de lo que yo he escrito. La posmodernidad ha roto las compuertas de la alta cultura tradicional, abriendo nuevos horizontes al pensamiento, a la interpretación, a la investigación y a la creación. Comprobar que los materiales que he utilizado para muchas de mis novelas son, en efecto, característicos de unos tiempos y de una mirada nueva sobre el mundo es también una manera de definirme.


-¿Cuál es la función del intelectual tras la anunciada muerte de los relatos modernos?
-No creo que hayan muerto los grandes relatos de la modernidad. No están caducos, no han perdido significado ni importancia, siguen siendo influyentes. Lo posmoderno simplemente se ha incorporado a la historia de la narratividad, sin anular las anteriores. Todo puede y debe convivir en este momento de la cultura y de la narración. La gran diferencia es que los criterios de evaluación se han enriquecido, ya no son sólo valiosos los que determinaron la modernidad. Un relato posmoderno puede ser tan bueno y tener tanta trascendencia como Guerra y paz o Fortunata y Jacinta. En cuanto a mi trabajo, todas mis novelas, de modo más o menos explícito, tienen características posmodernas. El que el posmoderno sea yo me resulta tan raro como definirme hippy: la escritura soporta mejor las etiquetas.


-¿Se terminó la posmodernidad el 11 de septiembre de 2001?
-Me temo que el 11-S no se terminó realmente nada; se inauguró, eso sí, una época de desconfianza generalizada, tanto en aspectos políticos como policiales, comerciales o artísticos, pero tal vez sea, como todo, una etapa efímera. Al igual que la supuesta muerte de la novela. Hace años que se habla de que la novela ha muerto o está seriamente enferma, produciéndose novedades en lo que se entiende por novela -la más destacada, la descarnada mezcla de ficción y realidad-, pero no me extrañaría que dentro de algunos años se volviese al puro relato de ficción, al prestigio de la ficción como recurso para retratarnos y comprendernos.


-En «Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy» la protagonista dice que «el tiempo pasa como un caballo de fuego y va quemando muchas cosas de tu vida». ¿Qué lugar ocupan «el tiempo que pasa» y la memoria en su literatura?
-El tiempo y la memoria ocupan un lugar central en mis novelas, pero creo que en cualquier relato, incluso en el más superficial o anodino, el tiempo y la memoria lo gobiernan todo. Alguien me hizo una aguda observación: casi todas las primeras frases de casi todas las novelas incluyen una referencia cronológica, explícita o implícita. Hay excepciones muy notorias, desde luego, pero, en general, la regla se cumple. Casi todo se narra teniendo como referencia un tiempo pasado, o una proyección de futuro. En mi caso, además, casi todas las novelas están escritas en primera persona y el motor de la narración es, efectivamente, el recuerdo. La memoria reconstruye siempre el pasado con intervención de la invención. La memoria es una manera de inventar. Cuando recordamos, manipulamos nuestros recuerdos, muchas veces de forma inconsciente. En ese sentido, como nadie puede ser un narrador objetivo del pasado, lo que el tiempo ha arrasado ya no tiene reconstrucción fidedigna posible. ¿Hay una memoria posmoderna? Sólo en lo accesorio. Es decir, los enganches de la memoria pueden ser posmodernos: la cultura popular, las voces y narraciones marginadas tradicionalmente como puntos fiables de referencia de lo ocurrido?, pero la memoria no modifica sus engranajes más hondos y misteriosos.


-¿La categorización de literatura gay, se justifica por razones literarias?
-Creo que la única justificación del término es precisamente literaria. Para mí, no es una etiqueta, es una definición: literatura gay es la que refleja una cultura gay de un modo u otro, como, por ejemplo, literatura caribeña es la que refleja la cultura del Caribe: historia, realidad social, lenguaje, tipos, autores? La literatura gay no es un género equivalente a literatura erótica o literatura infantil, es el equivalente a literatura heterosexual, de la que no se habla, pero debería hablarse. Por otro lado, las razones comerciales no me parecen muy determinantes a la hora de referirse a literatura gay, salvo como especialización de un negocio determinado: por ejemplo, una editorial o una librería especializadas.

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