2007/11/16

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  • Ciudad ‘gay friendly’. Vitoria abre el camino
  • Ni Sitges ni Chueca. La capital vasca se ha convertido en la primera ciudad española en fomentar el turismo gay con fondos municipales. ¡Bienvenidos!
  • El Correo, 2007-11-16 # María Zabaleta

Hace más de una década, en Londres, bautizaron al turismo gay como ‘The pink pound’, algo así como ‘La libra rosa’. El título hacía mención, y honor, al poder adquisitivo de la comunidad homosexual: cuando encuentra una ciudad acorde a sus gustos, gasta. Por encima de la media. Y así fue como, siguiendo la ‘pista del dinero’, se fueron definiendo los nombres de las ‘ciudades rosas’.


Vitoria –tachada todavía de capital provinciana– tampoco se quiere perder la atractiva veta del turismo gay, un colectivo que, según los datos que se barajan, representa entre el 8% y el 12% de la población en España. Y destina casi la mitad de sus ingresos –hasta un 48%– a turismo y moda. Una razón más que de peso para que la capital vasca se haya propuesto ser una ciudad ‘gay friendly’. A saber, abierta, tolerante y respetuosa con el entorno homosexual.


Ya en 1994, con el nacionalista José Ángel Cuerda al frente del Ayuntamiento, Vitoria se convirtió en la primera ciudad española en contar con un registro de parejas de hecho. Años más tarde, el popular Alfonso Alonso abanderó también la lucha por los derechos de gays y lesbianas, discrepando de manera abierta y clara con las posiciones de su partido. No es de extrañar, por tanto, que ahora, en tiempos de gobierno socialista, la capital alavesa haya sido pionera, una vez más, en editar una guía turística financiada con dinero público y dirigida de forma explícita al turismo homosexual: ‘Vitoria-Gasteiz, una ciudad para todos’, reza el tríptico editado por el Ayuntamiento y que acaba de presentar en el Salón Internacional del Turismo de Cataluña.


Bares, pubs, restaurantes, comercios y hoteles se dan la mano en este recorrido por la senda contraria a la homofobia. Un camino que hace ya quince años abrió el Moët, un «histórico» del ‘ambiente’ vitoriano, y que GPS recorre ahora de la mano de algunos de estos ‘gay friendly’ . «Si preguntas por un bar gay en Vitoria, la gente responderá el Moët». Noche tras noche, en él se dan cita parejas y cuadrillas de amigos homosexuales en busca de ligue o diversión. Y se llena. «Vitoria no es Amsterdam ni San Francisco, pero hay más ambiente del que la gente puede pensar», asegura su propietario, César Cobo.


Tanto, que después llegaron más. Entre ellos, el Waslala. Concebido, a priori, como un local de ambiente lésbico, el «respeto y la tolerancia» hacia la diferencia han sido sus señas de identidad desde que su propietaria, Maica Peciña, lo abrió hace ya siete años. Quería montar un local «abierto, no un gueto oscuro y escondido», y así lo hizo. Una amplia cristalera con la bandera del arco iris serigrafiada en ella lo dice todo. Dentro, parejas de chicas y matrimonios «de los de toda la vida» disfrutan del poteo vespertino. Nadie mira a nadie. Nadie se extraña por nada.


«Vitoria es una ciudad respetuosa. Es posible que responda a una falsa moral, a un cierto apego por lo políticamente correcto, pero nadie llegará a insultarte o a agredirte por ser homosexual». Jesús Rodríguez y Mónica López –del servicio municipal de atención e información a gays y lesbianas, Énfasis– reciben unas 1.500 consultas al año en sus oficinas del Casco Viejo. Pero el rechazo no suele figurar entre ellas.


Sin prejuicios
Basta darse una vuelta por la peluquería Summum, que regenta una pareja de homosexuales, para percatarse de ello. Jose y Javi son padres de un niño de 7 años que adoptaron hace cinco. Una familia. Así lo entienden sus clientes, gays, o no. «Aquí vienen señoras de 80 años, madres con sus hijas y también gays. Cada uno se comporta tal y como es, sin prejuicios». Cosa diferente es «darse un beso en un banco», señala Jose. «Pero si eso lo haces en Barcelona, también te miran».


En el café-restaurante Plaza y en Sex Gallery, un sex shop situado en pleno centro de Vitoria, hace tiempo que se superaron estos prejuicios. Lo mismo que en el hotel Almoneda, donde «cada vez es más frecuente que una pareja del mismo sexo te pida una cama de matrimonio», apunta su directora, Arantza Laso. «Y de un sex shop, ¿qué te voy a decir?», se pregunta la encargada de Sex Gallery. «Es el lugar donde menos cohibida se siente la gente. Tenemos productos para ‘heteros’, para gays y para lesbianas. Es imposible encontrar otro lugar con mayor libertad sexual que aquí».


Quizá en el Plaza, otro local exento de etiquetas que, sin ser de ambiente, sí es uno de los bares de Vitoria más frecuentados por el público gay. Una estética moderna y vanguardista, camareros que también ‘entienden’, así como una libertad y un respeto «absolutos» han hecho que el Plaza se consolide como «un punto de encuentro entre ellos».


Pero entre los ‘gay friendly’ también hay una casa de cosmética natural, empresas de ocio que ofrecen vuelos en globo, galerías de arte como Iradier, donde su propietaria, Katy Campo, reconoce que los homosexuales «tienen una sensibilidad especial para el arte», o agencias como Artaza, que «cada vez organiza más viajes a la medida del público gay, un público muy dado al turismo y con un gran nivel», matiza su responsable, Nally Guevara. En definitiva, una ciudad dispuesta a abrirse al mundo y a las ‘divisas’ de un colectivo con fama de gastador.


Buenos Aires, la meca gay
Sin dejar nada al azar y casi con rigor científico, ningún turista gay elige hoy su destino de vacaciones sin contrastar antes su perfil con una fuente incuestionable: la guía ‘Spartacus’, una especie de Biblia actualizada sobre turismo homosexual. En ella, Buenos Aires ocupa un lugar destacado. Y es que la capital argentina es considerada a día de hoy como una de las principales ciudades ‘gay friendly’ del mundo, al mismo nivel que Sydney y por encima de Río de Janeiro, que durante muchos años fue el destino gay por excelencia de Sudamérica. Sao Paulo y San Francisco tampoco se quedan atrás en un ránking al que desde hace unos años se ha sumado también Barcelona, empujada quizá por el histórico tirón de Sitges entre la comunidad homosexual.

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