2007/06/26

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  • De "peligrosos sociales" a padres adoptivos
  • Hoy se cumplen 30 años de la primera marcha del Orgullo Gay en España, tres décadas en las que el país ha pasado de perseguir a los homosexuales a convertirse en un referente mundial de libertades
  • Diario ADN, 2007-06-26 # Meritxell Mir · Barcelona

“De ser escoria, invertidos sexuales, depravados, perversores de menores y enfermos mentales hemos pasado a ser ciudadanos de primera para tener los mismos derechos que cualquier otra persona”, reflexiona Armand Fluvià, uno de los padres del movimiento homosexual en España.


El inicio de ese cambio se produjo hace 30 años en Barcelona. El 26 de junio de 1977 unas 5.000 personas salieron a la calle en Barcelona para reivindicar los derechos de gays, lesbianas y transexuales. Como ocurre en la actualidad, la manifestación tuvo un carácter festivo, aunque primaron las demandas de exigencia e igualdad. Había pancartas en las que se leía “Mi cuerpo es mío y hago con el lo que me da la gana” y se oían gritos de “¡Amnistía sexual!” y “¡No somos peligrosos!”.

La primera marcha por el Orgullo Gay no duró demasiado, pero fue una muestra de valentía.


“A mitad de Las Ramblas nos esperaba un contingente enorme de grises, un cordón policial brutal”, recuerda Empar Pineda, lesbiana e histórica activista feminista. “Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, empezaron a dar porrazos”.


Para las fuerzas del orden franquista, los que allí desfilaban estaban a la altura de delincuentes y maleantes. Homosexuales, travestidos y transexuales estaban incluidos en la Ley de Peligrosidad Social, que entre 1977 y 1979 (año en que fue derogada) sirvió para condenar a unos 1.000 pervertidos. Como muestra del humanismo del régimen, los presos gays eran trasladados a las cárceles de Badajoz o Huelva donde les sometían a un tratamiento con el que se pretendía curarles cambiando su orientación sexual.

Solidaridad
Aquel 26 de junio hubo decenas de contusionados y un detenido, Carles Martí i Cases. Un heterosexual. Como él, hubo muchos que acudieron para solidarizarse con la causa homosexual. También estuvieron mostrando su apoyo partidos (de izquierda, por supuesto) y sindicatos.


“Era una incógnita quién iba a asistir porque se podía identificar como homosexual a gente que no era”, recuerda Pineda. “La gran sorpresa que nos hizo temblar de emoción fue la cantidad de gente que vino”.


La marcha había sido convocada -y anunciada a bombo y platillo en rueda de prensa- por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), a pesar de que la organización era ilegal.


“No había miedo porque como creíamos que teníamos el derecho a manifestarnos, lo hicimos”, asegura Fluvià. “Para muchos fue un choque porque nadie había preparado a la sociedad -reflexiona el primer español que reveló su condición de homosexual en televisión- aunque no hubo rechazo ni insultos”.


Según Jordi Petit, presidente honorífico de la Coordinadora de Gais i Lesbianes de Catalunya, los dos grandes hitos de la manifestación de Barcelona fueron la autoaceptación por parte de los propios homosexuales y transexuales y el poner sobre la mesa la realidad y los derechos del colectivo.


Interés de la sociedad

Petit asevera que la sociedad tenía mucho interés por todo aquello que la dictadura había prohibido por lo que fueron tratados con “cariño y mucho respeto”.


Los medios de comunicación también les hicieron mucho caso, aunque durante los primeros años acudían siempre a radios y redacciones acompañados de un médico psiquiatra que certificaba que “no eran enfermos mentales”.


Durante los primeros años del movimiento gay, la prioridad absoluta fue derogar la Ley de Peligrosidad, algo que el FAGC y las otras organizaciones homosexuales que se crearon en el resto de España inspiradas por la entidad catalana no consiguieron hasta 1979.


Pero al alcanzar esa primera victoria, las asociaciones que luchaban por defender la igualdad del colectivo gay y transexual se vaciaron. Y las discotecas de ambiente se llenaron. “¿Pero qué más queréis?”, muchos homosexuales le preguntaban a Petit, destacado miembro del FAGC en los ochenta.


El drama del sida

Con la llegada de la libertad, apareció el VIH que hizo una auténtica escabechina. “El sida marcó el final de una generación del movimiento porque obligó a replantearlo todo”, se lamenta Petit. Durante años las asociaciones de gays, lesbianas y transexuales tuvieron que dedicar todos sus esfuerzos a combatir el virus y concienciar a la gente del uso del preservativo. Era más importante salvar vidas que reivindicar derechos.


Desde mediados de los noventa, han sido numerosos los personajes públicos que han salido del armario, muchos de ellos en las páginas de la revista Zero. José María Mendiluce, Jesús Vázquez, Jorge Cadaval, Eusebio Poncela, Alejandro Amenábar no han dudado en decir a los cuatro vientos: “Sí, soy gay, y qué pasa?”


Leyes progresistas

Y cada vez pasa menos. Hoy, 30 años después de aquella primera marcha del orgullo gay, las leyes no sólo no les consideran enfermos, sino que les dan la posibilidad de adoptar hijos, casarse e incluso modificar su identidad oficialmente sin necesidad de someterse a operaciones de cambio de sexo. "Somos un referente en libertad sexual", afirma Fluvià.


Sin embargo, “igualdad legal no equivale a igualdad social”, advierte. Las leyes les amparan y les ponen de tú a tú con el resto de ciudadanos, pero no todo el mundo está dispuesto a aceptarles como a uno más.


“La lucha de ahora es contra la homofobia”. Petit, Fluvià y Pineda no tienen ninguna duda. Tampoco sobre su remedio: la educación en las escuelas y en los medios de comunicación.


Para gays, lesbianas y transexuales, la situación ideal llegará el día en que ya no se hable de ellos por su condición sexual. Pero mientras tanto, seguirán al pie del cañón reivindicando igualdad y respeto.


“Hasta que ser homosexual no sea como ser vegetariano, habrá que luchar”, concluye Fluvià.

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