- "Me engañaron y firmé sin saberlo la orden para ingresar en prisión"
- Huelva Información, 2007-02-18 # M. Rosa Font
Tiene que parar y tragar saliva de vez en cuando pero no le tiembla la voz cuando busca en la memoria la experiencia más dura de su vida. Trinidad ha olvidado pero no perdona. Es uno de los miles de homosexuales (violetas les llamaban entonces con el término menos cruel) que bajo el régimen franquista pasaron por los barracones hacinados y sucios de la vieja cárcel de Huelva por la aplicación de la llamada Ley de Peligrosidad Social.
"Mi nombre como hombre era Juan, pero no recurras al tópico, ¿vale?. Soy transexual". Su historia, la de entonces (hace más de 30 años), es una historia de humillaciones, acoso y vejaciones sin sentido. Trinidad tenía un alma gemela, su hermana (ya muerta), que nació como ella en un cuerpo de hombre con el que nos se identificaba ni se sentía cómoda. La dictadura le hizo pagar factura por sentirse diferente cuando las gemelas tenían 19 años.
Aquello fue en 1973 pero Trinidad recuerda ese domingo de mayo con una claridad sorprendente porque otros capítulos de aquel indeseable episodio los tiene guardados bajo llave. "Éramos las primeras transexuales de la época, todo un escándalo en aquellos años".
El escenario del comienzo de la historia fue un pueblo de Granada, Armilla. En compañía de su hermana gemela y de otras dos amigas fueron a celebrar una comunión a la que habían sido invitadas en casa de una amiga. Se sentían chicas y habían llevado ropa y pinturas de una hermana para vestirse de mujer y maquillarse.
Acababa de empezar la fiesta cuando comenzaron a aporrear la puerta: un agente de
En un suspiro, la casa se llenó de guardias civiles (fueron enviadas cuatro parejas). Trinidad y sus amigas fueron detenidas, esposadas y trasladadas a pie desde la casa hasta el cuartel de
Las familias de las cuatro transexuales llegaron a la mañana siguiente y recibieron sugerencias de que tenían que poner a los chicos en tratamiento médico. La pesadilla sólo acababa de empezar.
A los tres días de la detención,
Ni hubo juicio ni nada parecido, fue directamente a la cárcel, primero a la de Granada y poco después fue trasladada a una de las prisiones donde el régimen de Franco estaba concentrando a los homosexuales. "Me sentí engañada, dolida... me preguntaba una y otra vez porqué razón, no había cometido ningún delito, sólo me sentía mujer". Después de un mes en Granada, la metieron en un furgón con gente de todo tipo. "Aquí llegan más maricones" fue la presentación que Trinidad tuvo cuando llegó a Huelva.
Permaneció alrededor de cuatro meses en uno de los barracones destinados a "los pasivos", siendo objeto de vejaciones (verbales y físicas), sometida a interrogatorios y a un acoso permanente por su imagen de mujer. "Me tuve que echar un novio para tener protección y que no me hicieran nada", asegura.
En su documento de identidad figura como Trinidad Martín, el nombre que eligió para el resto de sus días como mujer. Pero tiene un segundo apodo, Marieta, con el que se le conoce en el mundo de la farándula en el que trabaja en Barcelona, y en casa la llaman María. Aunque afirma que vio el cielo abierto cuando salió de la cárcel de Huelva, cuando fue desterrada de Granada por
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