- Matrimonio del mismo sexo
- El Diario Vasco, 2007-01-27 # Javier Elzo
En agosto del año 2005, Turid Noack, flemática socióloga de
Fue luego, en el debate, cuando claudicó ante el bombardeo de preguntas de los asistentes. «¿Es usted partidaria de que los homosexuales adopten? ¿Cómo evolucionan los hijos en las familias homoparentales? ¿Qué le parece la ley española de matrimonio gay?». Noack, muy científica, presentó sus excusas: «Sólo tenemos 70 niños nacidos en parejas del mismo sexo y aún no hay datos sobre su desarrollo. Y, por supuesto, no tengo opinión al respecto. Creo que se está produciendo una sobrevaloración de un fenómeno que es aislado. La familia más común en Noruega es la de un hombre y una mujer que se casan y tienen dos hijos», zanjó, sobrepasada, la periodista.
Hasta aquí la anécdota. Creo que no vamos a necesitar 12 años para llegar a las mismas conclusiones. El primer dato nos los dio el martes pasado el Instituto Nacional de Estadística (INE) con el movimiento natural de la población española del año 2005. Ese año se dieron 209.415 matrimonios de los que 208.146 lo fueron entre personas de diferente sexo y 1.269 del mismo sexo (el 0,61% del total), 914 entre varones y 355 entre mujeres. En Gipuzkoa hubo 3.300 matrimonios de los que 26 entre personas del mismo sexo (el 0,7% del total), 19 entre varones y 7 entre mujeres. (Los datos de matrimonios del mismo sexo son los celebrados después del 3 de julio, cuando entró en vigor la ley que lo permitía, por lo que cabe, al menos, doblarlos. Pero las cifras, en porcentajes, apenas varían).
Aunque, siguiendo, entre otros, el dictamen del Consejo de Estado, tengo dudas sobre la conveniencia de denominarlo matrimonio, sostengo que el reconocimiento legal del amor entre personas del mismo sexo es una conquista social incuestionable y bienvenida. Pero yo también afirmo, como la socióloga noruega, que estamos sobrevalorando un fenómeno cuando el futuro de la familia está en el hecho de que, sea el que sea su modelo, la educación de los hijos está pasando a segundo plano frente a la realización personal y, sobretodo, social de los padres. Sean estos del mismo o diferente sexo, sean los hijos biológicos o adoptados.
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